Raíces prohibidas
Un estudio realizado por la Universidad de Navarra desvela que el uso de transgénicos en Cantabria es muy superior al que se conoce y que se supone “prohibido”
Las raíces prohibidas o también conocidas entre los agricultores como transgénicos han empezado a expandirse por el territorio cántabro sin precedentes. Sin embargo, muchas personas desconocen esta situación y podrían preguntarse: ¿qué son exactamente estas raíces prohibidas y qué impacto tienen en la agricultura y nuestra salud?
Los transgénicos u organismos modificados genéticamente son organismos vivos que han sido alterados artificialmente mediante la manipulación de sus genes para conferirles características específicas, como resistencia a plagas o tolerancia a herbicidas.
Según el estudio realizado por la Universidad de Navarra, la región cántabra ha aumentado el uso de estas semillas en los últimos años. Actualmente el 84% de las 760 hectáreas estudiadas contenían maíz transgénico, y alarmantemente, el 77,6% correspondía a la variedad MON863, cuyo cultivo no está autorizado en España.
Ante esta situación, el debate ha cobrado gran relevancia en Cantabria con diversas opiniones que dividen a los agricultores en la región.
Antonio Luengo lleva años cultivando en Cantabria y desde que descubrió los transgénicos su visión sobre la agricultura ha cambiado. “Sé lo difícil que es combatir plagas y malas cosechas y desde que uso este tipo de semillas mis cultivos son más resistentes y necesito menos pesticidas, lo que reduce costes y trabajo”, asegura Luengo. Para él, esta nueva realidad le ha permitido competir en el mercado de forma más segura y eficaz.
Sin embargo, hay otros muchos agricultores que discrepan y rechazan esta visión.“Yo llevo toda la vida trabajando la tierra, como lo hicieron mi padre y mi abuelo antes que yo. En Cantabria, siempre hemos apostado por cultivos tradicionales, por semillas de toda la vida, adaptadas a nuestro clima y a nuestra forma de trabajar. Pero desde que llegaron los transgénicos, las cosas han cambiado para mal”, asegura Pedro Ramírez, agricultor cántabro.
Para Ramírez el gran problema de esta situación es que sus cultivos ecológicos se están contaminando con las semillas transgénicas “sin poder hacer nada”. “Nosotros no podemos controlar el viento y los insectos, y cuando el polen de un transgénico se mezcla con nuestras plantas naturales perdemos esa certificación ecológica que tanto trabajo nos ha costado conseguir”, explica el agricultor.
Por tanto, este tipo de cultivo plantea preocupaciones sobre la contaminación genética y sus efectos en la biodiversidad. La posible transferencia de genes modificados a variedades locales o silvestres podría alterar los ecosistemas y poner en riesgo especies autóctonas. Además, como mencionaba Ramírez anteriormente, la contaminación cruzada puede ocurrir, afectando a la pureza de las semillas y la confianza del consumidor en los productos ecológicos.
A la opinión de los agricultores se suma la de muchos ciudadanos que se oponen al uso de transgénicos. Según el INE, el 80% de los cántabros se oponen al cultivo y consumo de alimentos de este tipo y reflejan una creciente preocupación por los posibles impactos en la salud y el medio ambiente.
“Siempre he ido al mercado a comprar productos locales y ahora saber que hay productos transgénicos me preocupa. La alimentación es clave para mantenerse sano, y ya no es sólo eso, sino que están contaminando cultivos tradicionales. Quiero una alimentación natural, sin que grandes empresas decidan por nosotros”, valora Josefina Rivas, vecina de Ampuero.
¿Los transgénicos tienen consecuencias para la salud de los cántabros?
El debate sobre los transgénicos ha generado preocupaciones tanto en la salud humana como en el impacto ambiental y agrícola. Hasta el momento, no se ha demostrado que el consumo de estos productos alterados suponga un riesgo directo para la salud, ya que han pasado controles antes de su comercialización. Pero algunos estudios han señalado que pueden producir efectos a largo plazo como alergias, a pesar de que no hay un consenso en las comunidades científicas.
En cambio, el impacto más evidente y documentado se produce en la biodiversidad. La contaminación genética pone en riesgo variedades locales y ecológicas. De esta forma, afecta a la diversidad de los cultivos y limita la capacidad de los agricultores para decidir qué plantar sin la influencia de grandes corporaciones.
Como respuesta a estas preocupaciones, hay varias iniciativas en Cantabria que buscan proteger y preservar las semillas tradicionales para que la agricultura sostenible prevalezca respecto a lo demás. La asociación Semillas infinitas tiene una labor clave en esto, y es que, se dedica a la conservación y promoción de variedades autóctonas de tomate. En colaboración con el Ayuntamiento de Santander y Ecologistas en Acción han distribuido por toda la región doscientas mil plantas de tomate de 350 variedades diferentes, muchas de ellas cántabras. Gracias a esta iniciativa, se está consiguiendo recuperar los sabores tradicionales, poco a poco, y fomentar prácticas agrícolas sostenibles.
Solo tenemos una vida y cuidarla empieza por lo que elegimos poner en nuestro plato. Por ello, debemos escoger con conciencia, ya que como dice el dicho, somos lo que comemos. Así que, asegurémonos de darnos la oportunidad, a través de una buena alimentación, de vivir más y mejor.
