Otra forma de creer

En una sociedad cada vez más secularizada, en la que la mayor parte de los jóvenes han dejado de lado prácticas religiosas evidenciando un notable descenso de nuevas generaciones de creyentes, urgen nuevas formas de vivir la fe cristiana. Según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), únicamente el 15% de los jóvenes de entre 18 y 24 años se consideran católicos practicantes. Esta cifra muestra una clara tendencia a la baja religiosidad juvenil. A pesar de ello, en Cantabria todavía quedan jóvenes que encuentran en la espiritualidad cristiana una vía para construir comunidad, compromiso y sentido en su día a día.
El retroceso de la fe tradicional entre los jóvenes en Cantabria ha llevado al surgimiento de nuevos espacios que replantean cómo se vive la fe en la actualidad. Movimientos como Hakuna, la expansión de iniciativas juveniles dentro de las parroquias o la visibilidad que han aportado estos grupos a través de redes sociales han abierto un debate sobre la religión adaptada al lenguaje y los valores de la generación actual. Según datos del Observatorio del Pluralismo Religioso (2022), solo el 9,2% de los jóvenes de entre 18 y 24 años en España afirma acudir con frecuencia a actos religiosos. No se trata solo de mantener o dejar de lado tradiciones, sino de reinterpretarlas y adaptarlas desde experiencias en comunidad, música, voluntariados o encuentros que integran la oración y el ocio. Algunos de sus integrantes aseguran que la misa no se vive solo como un acto para rezar, sino como una experiencia de crecimiento y sentido.
Jóvenes cántabros exploran nuevas formas de vivir su fe adaptadas al siglo XXI, combinando oración, compromiso social y cultura digital.
Esta transformación se enmarca dentro de un contexto cultural y social que refleja el presente de la sociedad contemporánea. Según un estudio del Observatorio de la Laicidad de 2023, el 61% de los jóvenes españoles se declararon no creyentes, lo que indica que quienes se declaran creyentes optan por esta decisión desde un pensamiento consciente y personal. Por lo cual la fe para ellos es una elección, no una costumbre. Resultados similares se ven reflejados en una encuesta elaborada por este medio a jóvenes cántabros en la que un 53,3% se considera creyente practicante, frente a un 26,7% católico no practicante. Además, el 66,7% ha recibido formación religiosa tanto en casa como en el colegio, lo que evidencia que la mayoría ha crecido en contacto con la fe, a pesar de que con el tiempo se hayan alejado.
Una encuesta a jóvenes cántabros revela cómo perciben la religión hoy: poca práctica, escaso vínculo con la Iglesia y búsqueda de espiritualidad propia.
Los jóvenes creyentes cántabros actuales no se limitan a seguir los modelos heredados. Muchos han adaptado estas creencias a través de la música para rezar, organizando grupos de oración participativos, utilizando las redes sociales como herramienta para compartir sus reflexiones o participando en retiros espirituales en los que comparten testimonios personales con otros jóvenes religiosos. Esto hace que la fe no se limite a ser una creencia, sino que sea una experiencia viva, cercana, emocionalmente significativa y en contacto con los valores y desafíos del presente.
Además, se observa que, a pesar de que cada vez sean menos creyentes, hay una creciente implicación social por los que se declaran como ello. Varios de estos jóvenes colaboran con iniciativas solidarias como Cáritas o realizan misiones organizadas por sus parroquias. La fe no se limita a la Iglesia, la viven también a través del compromiso con el otro.
En cambio, muchos de estos jóvenes también se enfrentan a prejuicios tanto dentro como fuera del entorno religioso. Dentro de la Iglesia, a menudo tienen que justificar su fe ante una sociedad que la asocia con el conservadurismo o desconexión con la realidad. Algunos se sienten cuestionados por vivir la espiritualidad de una manera más contemporánea y expresarlo públicamente. A la vez, dentro del cristianismo, también hay tensiones y, en ocasiones, los jóvenes se sienten fuera de lugar en estructuras que no les entienden ni les permiten proponer.
Uno de cada tres jóvenes encuestados considera que la fe cristiana sí responde a los problemas actuales de su generación, otro tercio cree que lo hace parcialmente, y el resto tiene dudas o la rechaza por completo. Además, solo un 20 % participa activamente en nuevos movimientos como Hakuna, y más de la mitad afirma no tener interés en estas formas renovadas de vivir la religión. Las respuestas abiertas muestran necesidades claras por parte de la Iglesia: ser más inclusivos, modernizarse, actualizar el lenguaje y promover una Iglesia más abierta a los valores actuales como la identidad, la familia o el futuro.
Esto plantea diferentes preguntas: ¿Es posible una adaptación dentro de las instituciones eclesiásticas?, ¿Cómo se convive con las contradicciones entre una fe contemporánea y una Iglesia que, en ocasiones, no responde a los valores actuales?, ¿Qué papel juega la digitalización en esta adaptación?.
Perspectivas de la fe
Cinco voces de Cantabria muestran la diversidad de experiencias con la religión entre la juventud actual, desde la implicación activa hasta el abandono de la práctica.
Más allá de las estadísticas y las encuestas, las experiencias directas de quienes practican su fe actualmente ayuda a entender cómo se vive la fe cristiana desde diferentes realidades y contextos. Para ello, La Voz del Norte recoge las voces de jóvenes creyentes, antiguos alumnos de centros religiosos y gente que dedica su vida a la religión en la pastoral o de la comunidad educativa. A través de sus testimonios se muestran múltiples perspectivas de formas de vivir la fe que abarcan, desde la participación activa en diferentes actividades eclesiásticas hasta la crítica a estos modelos y estrategias demasiado tradicionales para algunos.
Luis Velasco, monaguillo de la parroquia de La Anunciación y miembro de Hakuna, representa una de las voces juveniles comprometidas con la religión. “Desde pequeño he estado muy cerca de la Iglesia. Mis padres siempre me llevaron a misa y a catequesis”, recuerda. Su implicación personal desde su infancia le llevó a convertirse en monaguillo. “Voy a misa entre semana cuando puedo y los domingos no falto, pero no lo veo como una obligación, sino como algo que me hace bien y me gusta”.
Sobre su experiencia en Hakuna, destaca el valor que dan a la comunidad: “Gente joven que vive la fe de forma alegre, sin miedo a expresarlo. Con ellos he aprendido a rezar de otra manera, con música, adoraciones y quedadas que mezclan la cultura y la religión”. A pesar de que alguna gente de su entorno reacciona con sorpresa o bromas, Luis asegura no sentirse solo: “Me conecta con otras personas que buscan algo más profundo. La fe no es encerrarme, es abrirme más”.
Por otro lado, Joaquín Rodríguez-Parets, diácono de la parroquia La Anunciación y también vinculado a movimientos juveniles, ofrece una mirada más institucional desde otra perspectiva. En su opinión, el lenguaje de la Iglesia se debe adaptar a lo vanguardista pero manteniendo parte de lo tradicional: «Más allá de la liturgia, el verdadero lenguaje de la fe es el del amor y los hechos. La gente se queda con cómo vives tu vida, más que con lo que dices». Para él, el testimonio de las personas es lo que hace que la fe se transmita y llegue a los demás: «Si te ven feliz, si ven que tienes una relación diferente con tus amigos y con Dios, puede que se pregunten por qué y se abran al mensaje».
Patricia Calvo, antigua alumna del internado y colegio religioso Torreanaz, recuerda con cariño su experiencia, sin embargo, a día de hoy no se siente del todo identificada con los valores que le inculcaron: «La fe jugaba el papel más importante, toda tu rutina giraba en torno a ella». En cambio, reconoce que al salir del colegio, su relación con la religión tuvo un cambio radical: «Le tengo respeto a quienes son creyentes, pero ahora no ocupa un lugar tan presente en mi vida». Además afirma no sentirse especialmente atraída por movimientos que promueven la fe como Hakuna, pero asegura que puede ser una vía para acercar a otros jóvenes al cristianismo de una manera más dinámica.
Gerardo Santamaría, director del centro educativo católico Purísima Concepción en Santander, da relevancia a los retos de adaptación que recibe la iglesia por parte de los jóvenes: «La fe se está apagando en las nuevas generaciones porque no es la moda». Destaca el papel del profesorado y la importancia de contar con docentes creyentes que vivan la fe en su vida cotidiana, así como adaptar las metodologías a una sociedad digitalizada: «Hay que transformar la forma de llegar a los alumnos, hacerlo atractivo, hablar en su lenguaje». Reconoce que, a pesar de que sea cada vez más difícil llegar a los jóvenes en la actualidad, siguen tratando de hacerlo a través de la cercanía y el ejemplo.
Julia de Diego, es otra de las jóvenes que ha encontrado en Hakuna una forma diferente de conectar con Dios. “En Hakuna lo que he encontrado es paz. No es solo rezar, es un momento de parón, de parar y pensar en mis cosas, de reflexión”, explica. Para ella, estos encuentros no se limitan únicamente a rezar, sino también lo siente como un espacio para encontrarse consigo misma. A diferencia de otras experiencias religiosas tradicionales, asegura que este movimiento es un lugar de comunidad con encuentros dinámicos: “Es más interactivo. Hay canciones, un mini discurso del cura… intentan que los jóvenes lleguen a Dios de otras maneras: cantando, en grupo, con ilusión”. Reconoce que gracias a este tipo de iniciativas ha conseguido volver a conectar con Dios y por lo tanto, ha fortalecido su fe. “Antes no creía, y gracias a cosas como Hakuna me he acercado más. No he recibido educación religiosa en casa ni en el colegio, pero he aprendido ese camino”.
Por su parte, Flavia García Salmones, también es miembro de Hakuna y vive su fe con naturalidad desde su infancia. “Por las noches intento conectar con mi corazón, termino el día rezando y hablando con Él”, cuenta. Además, Flavia reconoce que no toda la sociedad llega a aceptar estas formas de vivir la religión, sobre todo la gente jóven, por lo que destaca la importancia de vivirlo en comunidad: “No mucha gente se expresa libremente en temas religiosos, pero ahí está la comunidad para ayudar a abrirte y que veas que no es nada malo”. Sobre su entorno, asegura que por lo general se siente comprendida y acompañada: “Todos mis amigos compartimos los mismos valores. Vamos a misa, participamos en Hakuna, hablamos entre nosotros de estos temas”. Para ella, la fe también se trata de un proceso personal: “La Iglesia puede acompañarte, pero la fe se lleva por dentro, es trabajo de cada uno”. Para otros jóvenes que se sienten alejados de la fe, su mensaje es claro y rotundo: “Todo llega a su momento. Si no compartes ningún tipo de religión, tómate tu tiempo. Cuando llegue, Dios te recibirá con los brazos abiertos”.
Todos los testimonios aportados reflejan una realidad que cuestiona los discursos estereotipados acerca del abandono de la fe. A pesar de que la secularización es una tendencia que aumenta cada vez más tanto a nivel regional, en Cantabria, como a nivel nacional, en España, también existen nuevos lenguajes, formas y experiencias que mantienen viva la fe en la juventud. En Cantabria, algunas parroquias han empezado a responder a estas nuevas formas de comunicar la fe con iniciativas como el proyecto Adorar, adoraciones nocturnas con música religiosa contemporánea, encuentros de testimonios entre jóvenes o espacios de oración más dinámicos. Todo ello con el fin de construir lazos entre el mensaje cristiano y las formas de vivir la fe del presente.
Las nuevas comunidades interactivas cristianas, el uso de herramientas digitales y la redefinición de las costumbres tradicionales son factores que indican que la fe, lejos de desaparecer, está resurgiendo. Esta transformación no implica necesariamente una ruptura, sino un avance que plantea nuevos desafíos a la Iglesia como institución y abre la puerta a formas más inclusivas, participativas y personales de vivir la espiritualidad.
En definitiva, los jóvenes creyentes en Cantabria no han desaparecido, se han reinventado. Y lo han hecho desde la autenticidad, con un claro deseo de encontrar respuestas a múltiples y profundas inquietudes en un mundo cambiante, donde encontrar un sentido a la vida sigue siendo tan relevante como siempre.

Una fe en construcción
No todos los jóvenes creyentes aceptan de forma plena el discurso oficial que ofrece la Iglesia. Aunque conservan su compromiso con Dios y con la comunidad cristiana, algunos se sienten alejados y plantean cuestiones sobre reflexiones críticas que no se acercan a su realidad o no son inclusivas. Temas que abarcan el papel de la mujer o la diversidad sexual generan debate entre los jóvenes entrevistados. A pesar de que muchos de ellos expresan que vivir cerca de la fe les aporta valores, también muestran una postura crítica y esperan una evolución que responda a los desafíos del siglo XXI.
Estos planteamientos no significan siempre sinónimo de abandono, sino un deseo de avanzar de forma interna. En los comentarios recogidos a través de la encuesta realizada por este medio, algunos de los participantes expresaron que les gustaría “una Iglesia más cercana a la juventud”, “una Iglesia más inclusiva” o “que se adapte a los jóvenes haciéndoles más partícipes y que sean menos excluyentes”.
Este contexto, dota de relevancia un concepto de creencia flexible, el cual no está necesariamente unido a la práctica religiosa ni a la obediencia doctrinal, sino a una experiencia personal que aporte sentido, trascendencia y comunidad. Que pueda ser expresada a través de diferentes actividades dinámicas como el voluntariado y la participación en grupos cristianos sin una inscripción cerrada. Esto amplía las posibilidades de mantener la fe entre los jóvenes cántabros más allá de etiquetas y estereotipos.
La fe sigue viva en Cantabria, pero cambia de forma y de lenguaje. La juventud creyente plantea nuevos caminos que cuestionan el modelo tradicional.

Horizontes para una fe vanguardista:
La forma en la que los jóvenes católicos cántabros viven su fe está en constante cambio, sin embargo, eso no significa que la estén abandonando del todo. A pesar de que datos oficiales muestran un notable descenso en la práctica religiosa tradicional, lo cierto es que muchos jóvenes siguen manteniendo la espiritualidad como un consuelo, aunque lo hagan de forma diferente a generaciones anteriores.
Hoy en día, la cotidianidad religiosa ya no se limita únicamente a ir a misa o seguir las normas establecidas, va más allá. Numerosas iniciativas propuestas por parte de esta comunidad que se mantienen activas de una forma más contemporánea y dinámica responden a esta necesidad, mezclando diferentes estructuras para conseguir llegar a un mayor número de personas de forma más simple. Sin embargo, conecta principalmente con una generación que no quiere formar parte de algo solo por tradición, sino por sentirlo como algo propio.
En esta nueva realidad, muchos jóvenes no rechazan la religión en sí, pero si ciertas estructuras y valores en los que no se sienten reflejados, los sienten lejanos o poco abiertos. Es difícil y les cuesta identificarse con algunos discursos promovidos con la Iglesia o con posturas que consideran rígidas y conservadoras. En cambio, eso no implica que se sientan alejados de los valores que fundamentan el cristianismo. De hecho, muchos los ponen en práctica a través de la empatía ayudando a los más necesitados, aportando apoyo entre iguales o participando en espacios religiosos que promueven el diálogo o la acogida.
Otro aspecto importante es que la fe, para la mayoría de los jóvenes cristianos, se ha convertido en una decisión libre. Ya no viene impuesta o marcada por los patrones familiares, del colegio y mucho menos por la presión social. Por ello, quien se declara como creyente, lo hace desde una decisión madura y meditada. Y esto también da lugar a nuevas formas de entender la religiosidad; de forma más personal, menos relacionada con lo institucional, pero no por ello menos válida.
Por otro lado, el papel de la comunidad sigue siendo fundamental. A pesar de que las redes sociales permiten compartir esta fe de forma más abierta y personal, hace que muchos jóvenes mantengan su vínculo con la espiritualidad y con Dios a través de espacios donde sentirse escuchados, comprendidos y acompañados. Cuando encuentran entornos donde expresarse sin miedo, donde no ven la Iglesia no es un lugar que impone un conjunto de normas, sino un lugar de encuentro, en el que la fe cobra sentido.
A pesar de ello, no se puede afirmar que todo esté resuelto. Todavía queda mucho por avanzar y muchos retos pendientes, cómo expresar ciertos temas o sentimientos sin miedo al rechazo, adaptar el lenguaje y las estructuras de la Iglesia al siglo XXI o evitar que los jóvenes se sientan excluidos. Con dudas, con contradicciones, con ganas de transformar, aunque sin renunciar a sus orígenes. Y eso es, en sí mismo, una oportunidad para mirar hacia el futuro sin miedo, con realismo y con la confianza de que, aunque el camino sea distinto, el objetivo sigue siendo el mismo: encontrar sentido, comunidad y esperanza en medio de una realidad cambiante.
