‘‘La enseñanza que recibieron nuestros padres durante el franquismo se basaba en la represión de la expresión propia de Cantabria’’
Mariu nació en Ontaneda pero parte de su infancia la pasó en Labarces, donde vive su abuela y la familia de su padre. Desde pequeño escuchó palabras que sonaban un poco diferente a lo que los demás estamos acostumbrados y, seguramente, si su padre hablaba de ciudades como Torrelavega eliminaría un par de letras para decir Torlavega. Ni el padre de Mariu, ni sus abuelos, ni, desde luego, el propio Mariu, hablan mal. Lo que hablan es cántabro. Sería bonito decir que, como Mariu, cada vez son más los que hablan esta lengua, pero la realidad es que no. A Mariu y su familia deberían ponerlos en un museo, pero, por lo pronto, los ponemos aquí delante para que nos hablen sobre esa lengua cántabra desconocida para gran parte de los cántabros.
¿El cántabro es tu lengua materna?
El cántabro lo sentí en casa de mi padre. Mi madre es de León así que por esa vía no he tenido contacto con ello. Por parte de mi padre y sobre todo de mi abuela, que son de Labarces, si que lo sentí. Yo me crié en Ontaneda, por eso me llamó la atención ver que en casa, en Labarces, se expresaban de un modo distinto a como lo hacían los demás.
¿Siempre supiste que hablabas una lengua que no tenía nada que ver con el castellano o en algún momento pensaste que se trataba de una deformación de la lengua?
Mi contacto con el cántabro no ha sido tan grande como para ser consciente de que hablaba distinto al castellano. Me he expresado habitualmente en castellano, pero es verdad que cuando adquieres un poco más de conciencia te das cuenta de que hay otra cosa a parte de lo que te han enseñado, sobre todo cuando comparaba mi forma de hablar con la de mi familia paterna.
¿Te has sentido discriminado por hablar cántabro?
Creo que el desconocimiento lleva a la gente a pensar que el cántabro directamente no existe o que solo son pequeñas expresiones relacionadas con gente poco culta. Hay que tener en cuenta que la enseñanza que recibieron nuestros padres durante el franquismo se basaba en la represión de todo lo que tuviese que ver con la expresión propia de Cantabria, y eso sigue de alguna manera en la conciencia de la sociedad. La propia gente que se expresa habitualmente en cántabro considera, mayoritariamente, que esa forma de hablar no es la correcta. Ellos mismos se autocorrigen.
Personalmente me he sentido discriminado por hablarlo. Desde ámbitos que no han tenido relación con el habla muchas veces sobreactúan intentando infantilizar tus expresiones, exagerando mucho la u final. Durante la adolescencia, cuando ya tienes un poco de conciencia, los propios compañeros te ridiculizaban cuando tu intentabas expresarte de la misma forma que lo hacían en casa tu padre o tus abuelos.
¿Cómo crees que podría recuperarse la lengua o al menos conservarse en las zonas en las que se sigue hablando?
Hablándolo, fundamentalmente. Hay que hacer ver el cántabro como un rasgo cultural más del que hay que estar orgulloso. También ayudaría mostrar al público los estudios que hay sobre el tema, que no son pocos y mayoritariamente han venido de fuera. Hay cosas que son sorprendentes para cualquiera como el hecho de que, en los años 70, un filólogo de Londres decidiera hacer un estudio sobre el cántabro y concretamente sobre el habla pasiega. Es un tratado que en cualquier otra comunidad estaría traducido y reeditado pero hoy en día existen muy pocos ejemplares a los que cuesta mucho acceder.
¿Puedes utilizar el cántabro en tu día a día?
Sí, creo que se ha normalizado y se ha mejorado bastante respecto a la visión del cántabro. Hace unos años se veía como algo ‘‘pueblerino’’ que costaba sacar a la calle y hoy en día la gente al menos muestra curiosidad, quizá al ser más consciente de que hay estudios que avalan la existencia de la lengua, la propia Unesco lo declaró en peligro de extinción. No deja de ser un tema de lógica, si en regiones colindantes como Galicia, Asturias o León tienen un dialecto muy normalizado, ¿por qué aquí vamos a ser distintos? Yo creo que en ese sentido hemos mejorado, pero falta dar un paso definitivo, sobre todo desde las instituciones, para normalizarlo de una manera más oficial.