Invisible hasta que duele: el TDAH en mujeres

Durante mucho tiempo, el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), se ha relacionado exclusivamente a la etapa de la infancia, asociado a niños inquietos y problemáticos en la escuela y a los que les cuesta mantener la atención. Sin embargo, esta imagen dista mucho de la realidad, especialmente cuando hablamos de las mujeres. A diferencia de los perfiles clásicos, el TDAH en niñas y en mujeres suele manifestarse de una forma mucho menos visible, lo que conduce a una serie de estereotipos o etiquetas a lo largo de su vida y un silencioso sufrimiento y un diagnóstico que llega con frecuencia demasiado tarde.
Miles de mujeres atraviesan etapas cruciales de su vida —la adolescencia, la entrada al mundo laboral, la maternidad— sin comprender que sus dificultades aparentemente “normales” para concentrarse, organizar sus tareas o gestionar sus emociones tienen un origen neurobiológico.
El TDAH es una condición neurobiológica que afecta a millones de personas en todo el mundo, y se caracteriza principalmente por dificultades en la atención, el control de impulsos y, en algunos casos, hiperactividad. Para Sara Ortega Tapia, neuropsicóloga y directora de la Fundación Cántabra de Déficit de Atención e Hiperactividad (CADAH), única en Cantabria que se centra en tratar a pacientes con TDAH, “una cosa es la condición y otra es el trastorno”.
Explica que la condición es “principalmente genética, hereditaria, que de alguna forma predispone a la persona a tener más dificultades en los procesos atencionales, ejecutivos, de regulación de las emociones y de inhibición de la conducta”. Sin embargo, esta condición no siempre genera un trastorno clínico, sino que depende de la combinación con otros factores, como el entorno, la capacidad intelectual, la personalidad o la educación recibida.
“Si esa condición limita muchísimo la capacidad adaptativa, entonces se determina que esa persona tiene un trastorno por déficit de atención e hiperactividad”, añade Ortega.

En otras palabras, no basta con tener ciertas dificultades para ser diagnosticado con TDAH, esas dificultades deben afectar la vida diaria y la funcionalidad de la persona para considerar que esa persona tiene un “trastorno por la condición”, subraya Ortega.
Desde el punto de vista clínico, el TDAH se manifiesta en tres grandes áreas: dificultad para mantener la atención, impulsividad —es decir, la incapacidad para controlar ciertos comportamientos inmediatos— y, en algunos casos, hiperactividad motora. Sin embargo, no todas las personas con TDAH presentan estos síntomas de manera uniforme. Esta heterogeneidad es especialmente marcada en las mujeres, donde el trastorno suele manifestarse de forma diferente a los perfiles más conocidos, generalmente asociados a niños hiperactivos.
La neuropsicóloga Noemí Fernández, especializada en trastornos del neurodesarrollo en niños y adolescentes, señala que “en las niñas el diagnóstico principal suele ser el TDAH inatento y no cursan tanto con hiperactividad o impulsividad”. Esto implica que muchas niñas no presentan comportamientos disruptivos que llamen la atención en clase o en casa, y por eso “se infradiagnostica, se tarda mucho más en ver”.
Mientras que un niño con TDAH puede manifestar síntomas evidentes como la impulsividad, la dificultad para permanecer sentado o la hiperactividad que lo hacen visible para profesores y familiares, las niñas “pueden estar tranquilas, sentadas, incluso mirando al profesor, pero su cabeza está en otro lado, con dificultades para prestar atención o para organizar sus tareas”, explica Fernández.
Esta invisibilidad del trastorno en las niñas y mujeres tiene consecuencias profundas y duraderas. Marina Gatón, una chica de 22 años diagnosticada de TDAH desde la infancia, cuenta que empezó a ir al psicólogo porque le hacían bullying y se desconcentraba mucho en clase. “Desde los ocho años conviví con el TDAH, pero tuve muchas dificultades sociales y académicas”, reconoce Gatón. Y aunque ha aprendido a convivir con el trastorno, “a veces mi cabeza desconecta incluso cuando me interesa la conversación”, indica.
Por otro lado, Beatriz Sánchez, una mujer diagnosticada a los 30 años, explica la otra cara de la moneda: “Durante años sentí que era vaga o despistada, y que no podía seguir el ritmo de las conversaciones ni del trabajo. Mi mente iba a mil por hora, pero no avanzaba. El diagnóstico fue un alivio porque por fin tenía un nombre para todo ese malestar”.
Sánchez señala que muchas mujeres con TDAH sufren una invisibilidad que incrementa la culpa y la ansiedad, especialmente cuando deben enfrentar las responsabilidades familiares y laborales.
“Sin diagnóstico, se acumula la frustración, la culpa y el agotamiento, y eso afecta la salud mental”, relata Sánchez.
El diagnóstico del TDAH en mujeres es complicado no solo por la menor visibilidad de sus síntomas, sino también porque, según Ortega, “las mujeres suelen camuflar sus dificultades, hacen ‘masking’, cubren su malestar y problemas para evitar ser señaladas o juzgadas”. Esto provoca que tanto ellas mismas como su entorno subestimen la gravedad de sus dificultades y retrasen la búsqueda de ayuda.
En la consulta clínica, además, la valoración de mujeres con TDAH suele incluir la exploración de trastornos del estado de ánimo o trastornos alimentarios, muy comunes en este grupo, mientras que en hombres se buscan más frecuentemente problemas relacionados con la impulsividad o conductas disruptivas. Esta complejidad exige una mirada especializada y adaptada al género para que el diagnóstico sea correcto y se brinde un tratamiento adecuado. Tanto Ortega como Fernández coinciden en que no existe un enfoque único o universal para todas las mujeres con TDAH, sino que cada caso debe ser abordado con flexibilidad y adaptado a las necesidades específicas del momento vital y la situación personal de la paciente.
Ortega destaca la importancia de un enfoque clínico basado en la evidencia: “Cuando hablamos de un trastorno psicopatológico como el TDAH, la persona necesita un abordaje sanitario y clínico. Eso implica psicoterapia y farmacoterapia combinadas, adaptadas a cada caso”.
La neuropsicóloga subraya que el tratamiento farmacológico más frecuente en mujeres con TDAH adulto incluye psicoestimulantes combinados con antidepresivos, especialmente inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), que ayudan a controlar la ansiedad y los síntomas depresivos asociados. Sin embargo, insiste en que “la farmacoterapia sin psicoterapia no suele ser suficiente, y viceversa”.
En la práctica clínica, la psicoterapia se adapta a las circunstancias particulares de cada mujer. Ortega describe que “si una mujer con TDAH ha desarrollado problemas emocionales como depresión, ansiedad o trastornos alimentarios por no haber sido tratada, esos síntomas serán el foco prioritario de la intervención. Solo una vez estabilizados se puede trabajar de forma más específica sobre las dificultades ejecutivas y atencionales”.
Fernández, que trabaja con niños y adolescentes, también destaca la necesidad de adaptar la terapia a la etapa vital y al género. “Lo ideal es hacer grupos terapéuticos diferenciados por género, porque las niñas y los niños viven y expresan el TDAH de forma diferente. En los grupos de chicas se trabaja primero mucho la psicoeducación para que comprendan qué es el trastorno y luego se aborda la gestión emocional y el desarrollo de estrategias prácticas para organizarse y mejorar la atención”, expone.

Estas intervenciones, aunque básicas, suponen un avance decisivo para las jóvenes afectadas, que a menudo han vivido incomprensión y etiquetas negativas durante años. En cuanto a la experiencia personal con el tratamiento, Marina Gatón comparte que desde pequeña ha tenido terapia individual con una psicóloga, que ha consistido en juegos en la infancia y en charlas para gestionar emociones durante la adolescencia.
“Me ayudó mucho a entenderme y a aprender a convivir con el TDAH. Nunca he probado medicación porque mis padres no querían, pero la terapia me ha dado herramientas para llevarlo mejor”, relata.
Por su parte, Beatriz Sánchez, diagnosticada ya adulta, relata cómo la terapia psicológica le ha permitido trabajar la autoestima y la gestión emocional, dos áreas gravemente dañadas por años de sufrimiento silencioso. Además, toma medicación para mejorar la atención y controlar la impulsividad. Según Sánchez, lo que más le ha ayudado a sobrellevar el TDAH han sido los grupos de terapia con otras mujeres diagnosticadas, ya que le ayudaron a no sentirse sola y compartir vivencias comunes con ellas que nadie más entiende.
Estos grupos, que a menudo son espacios mixtos de terapia psicológica y apoyo mutuo, ofrecen un ambiente en el que las mujeres pueden compartir sus historias, descubrir que no están solas y aprender unas de otras. Ortega destaca que “las terapias grupales son espacios sanadores que permiten validar la experiencia de vivir con TDAH, especialmente porque socialmente está poco reconocido y muchas mujeres viven con vergüenza y culpa”.
Barreras sociales del TDAH en mujeres
Sin embargo, el tratamiento no solo es un reto clínico, sino también social. Las mujeres con TDAH se enfrentan a numerosas barreras culturales y estereotipos que dificultan su reconocimiento y aceptación. Ortega señala que “socialmente está mucho más penalizado que una mujer sea desorganizada, desatencional o impulsiva que un hombre. Se espera que la mujer cumpla con el estereotipo de ‘superwoman’: organizada, conciliadora, eficiente y cuidadora. Cuando no lo cumple, el juicio social es mucho más severo”, sostiene.
Esta presión genera una doble carga para las mujeres con esta condición, que además de lidiar con sus síntomas deben hacer frente a la vergüenza y la culpa por no ajustarse a esos estándares sociales. En consecuencia, muchas optan por camuflar sus dificultades, lo que contribuye a la invisibilidad del trastorno y retrasa la búsqueda de ayuda.
Para Fernández, estas barreras sociales también se reflejan en el sistema educativo: “El TDAH femenino no se detecta porque los síntomas no son tan visibles y porque las niñas tienden a enmascarar mucho sus dificultades para no destacar negativamente”. Por ello, considera que se necesita más formación en los centros educativos para que los profesores identifiquen estas señales y remitan a las niñas para una evaluación especializada.
Lamentablemente, las barreras sociales no desaparecen al llegar a la adultez, por el contrario, se multiplican. La entrada en el mundo laboral, la gestión de una familia y las responsabilidades profesionales y personales suponen un desafío constante para las mujeres con esta condición. Beatriz Sánchez describe cómo estas responsabilidades se convierten en un factor de estrés que empeora los síntomas. “La culpa y la ansiedad se acumulan, porque te sientes incapaz de cumplir con las expectativas, tanto en el trabajo como en casa”. La invisibilidad del trastorno en la mujer adulta hace que muchas mujeres no reciban la ayuda necesaria, y la falta de comprensión en el entorno puede llevar a un aislamiento social y emocional progresivo.
Esta realidad pone en evidencia la necesidad de estrategias de afrontamiento específicas y personalizadas. Las expertas coinciden en que la clave para una vida satisfactoria con TDAH radica en la combinación de tratamiento clínico, apoyo social y desarrollo de habilidades prácticas.
Métodos y soluciones
Ortega insiste en la importancia del tratamiento farmacológico combinado con psicoterapia: “La medicación puede ayudar a mejorar la atención y controlar la impulsividad, mientras que la terapia proporciona herramientas para la gestión emocional, la autoestima y las habilidades ejecutivas”. Sin embargo, destaca que el tratamiento debe ser dinámico y adaptarse a las etapas de la vida. “Por ejemplo, los desafíos de una mujer joven que estudia no son los mismos que los de una madre con múltiples responsabilidades. Por eso, el abordaje terapéutico debe ser flexible y personalizado”, expone.
Además del tratamiento clínico, el desarrollo de estrategias de organización y autocuidado es fundamental. Fernández recomienda la implementación de rutinas diarias que ayuden a minimizar el impacto de los síntomas en la vida cotidiana. “Establecer horarios fijos para las comidas, el sueño, el estudio o el trabajo puede facilitar el control del trastorno”, señala. También destaca la utilidad de las herramientas externas, como agendas, aplicaciones móviles o listas de tareas, que ayudan a compensar las dificultades en la memoria y la planificación.
El deporte y la actividad física son otros pilares básicos para el manejo del TDAH. Ortega explica que “la práctica regular de ejercicio físico no solo mejora la salud física, sino que tiene un efecto directo sobre la regulación emocional y cognitiva”. Según ella, “el deporte ayuda a disminuir la ansiedad, mejora la concentración y la capacidad para controlar impulsos, y favorece un mejor descanso nocturno, algo crucial para las personas con TDAH”. En la Fundación CADAH, muchas mujeres incorporan el ejercicio como parte de su rutina terapéutica, con resultados muy positivos.
Ante este panorama, las expertas recomiendan a las mujeres con TDAH y a sus familias adoptar una actitud de conocimiento, paciencia y seguimiento constante. Ortega insiste en que el TDAH es un trastorno crónico, que acompaña a la persona toda la vida, pero no es algo grave ni sin solución. Requiere una atención continuada, adaptaciones y estrategias, pero se puede llevar una vida plena y satisfactoria.
Beatriz aconseja a las mujeres que sospechen que puedan tener TDAH que busquen ayuda, “que no se culpen ni se sientan solas”, y que es fundamental informarse bien y acudir a especialistas que comprendan la condición. Además, destaca que el diagnóstico no debe verse como un final, sino como el comienzo para mejorar y aprender a convivir con el trastorno.
Las expertas coinciden en que el TDAH femenino no solo está infradiagnosticado sino también poco comprendido, lo que prolonga el sufrimiento y dificulta la vida de muchas mujeres durante años o incluso décadas. Conocer el TDAH femenino, sus síntomas, tratamientos y barreras sociales es el primer paso para derribar tabúes y ofrecer a miles de mujeres la comprensión y el apoyo que necesitan para vivir con dignidad y plenitud.