Hacer, jacé, facere
‘‘Pa los runflantis tolos demás hombris son almiraoris’’. Esta cita -que en castellano significa ‘‘para los vanidosos, los demás hombres son admiradores’’- pertenece a El Principucu, el primer libro editado enteramente en cántabro en octubre de 2023. La cita de Saint-Exupéry sirve, en este caso, como metáfora en lo que al lenguaje se refiere. Hablar o parlá sobre una lengua o un dialecto suele ser complicado sin entrar en valoraciones políticas. El lenguaje siempre ha definido la forma de vida de una sociedad, pero definir el lenguaje siempre ha resultado un problema. Un problema que no debería existir, pues ahí está la historia para darnos las respuestas que queremos encontrar. Según la Real Academia Española (RAE), un dialecto es una variedad de un idioma que no alcanza la categoría social de una lengua. El castellano, al igual que las demás lenguas romances, en su momento podría haberse considerado un dialecto del latín, ya que no dejaba de ser una variedad del mismo. Hoy en día es evidente que alcanza la categoría social de lengua. Sin embargo, existen lenguas o dialectos en los que esta diferenciación no es tan evidente. Este es el caso del cántabru.
En España, además del castellano como lengua oficial, existen cuatro lenguas cooficiales: catalán, valenciano, euskera y gallego. Por debajo estarían las lenguas protegidas, que son el aragonés y el asturleonés, ambas reconocidas tanto en Aragón como en Asturias y Castilla y León. En el caso del cántabro, la lengua no está reconocida en el Estatuto de Autonomía de Cantabria, pero la Unesco la incluyó en 2009 entre las lenguas en peligro de extinción como dialecto asturleonés. Esta es la teoría, pero la falta de reconocimiento no quiere decir que se pueda determinar si se trata de una lengua o un dialecto, para eso hay que conocer antes su origen.
El origen del cántabro se encuentra en el latín, al igual que el del castellano, pero si analizamos las distintas lenguas romances se puede ver que en ciertos momentos de la historia cada una fue tomando su propio camino. Para ver los caminos que siguieron el castellano y el cántabro son muy útiles las letras f y h. En el caso de la h, la explicación es bastante sencilla. En latín antiguo esta letra se pronunciaba con un sonido similar a lo que hoy en día podría ser una j. El sonido de la h fue pasando a ser cada vez más más aspirado hasta desaparecer por completo en prácticamente todas las lenguas que derivan del latín. Si nos fijamos en la palabra hombre -en portugués homem; en italiano uomo; en francés homme-, podemos ver que en todos estos idiomas la h es muda. En cántabro, la letra h en la palabra hombri, tampoco representa ningún fonema.
Es más complejo el caso de la letra f. Lo más probable es que en Hispania, así como en el latín antiguo, esta letra no tuviera una pronunciación labiodental -como la que utilizamos ahora- sino bilabial. Posteriormente en otras zonas comenzó a utilizarse la pronunciación que todos conocemos, pero en Hispania esto derivó en una f pronunciada como una h aspirada. En castellano, esta aspiración desapareció por completo pero se siguen escribiendo estas palabras con h para respetar su etimología; en cántabro, la h aspirada hizo el camino inverso que hiciera la fonética de la h en latín antiguo y se convirtió en una j. Este cambio puede verse claramente en la palabra hacer, que viene del latín facere. En las demás lenguas romances se mantiene la estructura tanto fonética como ortográfica -en portugués fazer; en italiano fare; en francés fair-, mientras que en castellano se sustituye por una h y en cántabro por una j en la palabra jacé. Ninguna de las lenguas de la península eliminó por completo el fonema como lo hizo el castellano. En gallego tenemos facer y en catalán fer, lo que deja claro que ninguna de estas lenguas deriva del castellano sino del latín, por lo que no podrían considerarse dialectos del castellano.
Parece por tanto evidente que el cántabro no es un dialecto del castellano, pero tampoco podría decirse que actualmente alcance la categoría social que tienen otras lenguas. Puede que esa sea la razón por la que la Unesco incluye el cántabro como un dialecto del asturleonés, pero, siguiendo el mismo razonamiento previamente hecho respecto al castellano, cuesta pensar en el cántabro como un dialecto del asturleonés por el hecho de ser menos hablado en la actualidad, puesto que ambos surgieron simultáneamente y en ningún momento fueron uno dependiente del otro. Un ejemplo para esto es el latín, que sigue considerándose una lengua pese a no contar con hablantes ni ser la lengua oficial de ningún estado. Quedan entonces dos formas de referirse al cántabro: dialecto del latín o lengua. La realidad es que, si nos referimos al cántabro como un dialecto del latín, deberíamos hacer lo mismo con el castellano y las demás lenguas romances, por lo que parece más adecuado denominarlo lengua.
Oficialidad de la lengua
En el Estatuto de Autonomía de Cantabria aprobado el 30 de diciembre de 1981 no se hace ninguna referencia a la lengua ni a su protección. En otras comunidades autónomas la lengua aparece en el Estatuto de Autonomía ya sea de forma directa o indirecta. En el caso de las comunidades que cuentan con una lengua cooficial, esta aparece recogida con los mismos derechos que el castellano; en el caso de Aragón, Asturias y Castilla y León, tanto la lengua aragonesa como la asturleonesa cuentan con protección en sus estatutos. En el caso de Asturias, por ejemplo, su Estatuto de Autonomía dice lo siguiente: ‘‘El bable gozará de protección. Se promoverá su uso, su difusión en los medios de comunicación y su enseñanza, respetando, en todo caso, las variantes locales y voluntariedad en su aprendizaje’’. Entre las regiones del norte de España -Galicia, Asturias, Cantabria y País Vasco-, Cantabria es la única que no hace ninguna referencia a la lengua en su legislación.
Esta es la situación actual del cántabro y no parece que vaya a cambiar en el corto plazo. En los programas electorales de PP, PSOE y PRC, los tres principales partidos políticos de la región, no se hace alusión a la lengua ni a la identidad cántabra, no solo respecto a su oficialidad sino tampoco hacia su protección. Cantabristas, el partido regionalista creado en diciembre de 2018, es el único que incluye en su programa propuestas que hacen referencia a la lengua. Estas propuestas contienen programas para impulsar la formación y ‘‘conocer nuestra historia, cultura, etnografía, geografía y naturaleza’’, además de la creación de un Instituto Cántabro de Cultura y Patrimonio que entre sus funciones integra ‘‘la investigación, la formación y la divulgación del patrimonio lingüístico’’.
En Asturias -que podría ser el caso más similar al de Cantabria- existen, además, leyes que protegen los topónimos de la región y hacen que estos sean denominados oficialmente en su forma tradicional. También cuentan con legislaciones en educación que introducen de forma obligatoria la posibilidad de escoger el asturiano como asignatura optativa a la hora de matricularse. En la comunidad vecina se encuentran colectivos como Iniciativa pol Asturianu, que entre sus propuestas incluyen la oficialidad del asturiano en el Estatuto de Autonomía y una televisión y radio públicas que emitan íntegramente en esta lengua.
Que una lengua sea denominada como tal o caiga al apartado de los dialectos depende, en la mayoría de los casos, más de factores sociales, políticos y económicos que de la propia lengua en sí. En una entrevista con La Voz del Norte, Daniel Lobete, responsable de movimientos sociales de la Coordinación Nacional de Cantabristas, al ser preguntado por la forma correcta de referirse al cántabro, respondió con la siguiente cita del lingüista Max Weinreich: ‘‘Una lengua es un dialecto con un ejército y una marina’’. En Cantabria no hay ejército ni marina, pero dialectos, como mucho, del latín.