El precio de una bonita sonrisa
Una sonrisa sana y bonita no siempre está al alcance de todos. Aunque la salud bucodental es una parte esencial del bienestar general, en Cantabria, como en buena parte de España, muchas personas siguen posponiendo las visitas a los dentistas. El motivo no es solo uno, se trata de una mezcla de varios factores, donde destacan el coste de los tratamientos, el miedo, la falta de concienciación y, sobre todo, una cobertura pública limitada que deja en manos privadas casi toda la responsabilidad del cuidado dental de los ciudadanos.
Carlos Gallut, dentista con décadas de experiencia en Torrelavega, que además lo ha vivido desde pequeño ya que su profesión es heredada de su padre, lo resume sin rodeos: “El cincuenta por ciento de la gente entiende la importancia de una revisión bucodental, el otro cincuenta no”. Según explica, “los tratamientos que más se aplazan por motivos económicos son los protésicos” y, en general, “el principal obstáculo para completar el tratamiento es el económico”. A su juicio, la cobertura actual en la sanidad pública es “muy limitada”.
Su compañero de profesión, Néstor Malleville, también dentista en la misma ciudad, añade otra variable esencial: el nivel socioeconómico. “A mayor nivel socioeconómico, la salud bucodental es mejor, en cuanto a la calidad de los trabajos que se puedan realizar”. Y hace hincapié en: “Yo viniendo de Argentina veo que en España la gente para tratamientos básicos acude a la Seguridad Social y se les atiende, lo demás no”.
En efecto, según el último informe del Consejo General de Dentistas de España, publicado en el año 2024, sólo el 5% del gasto dental en nuestro país está cubierto por la sanidad pública. Además, únicamente el 2% del gasto sanitario público se destina a la salud bucodental en España, según el “Observatorio de salud bucodental” llevado a cabo por PwC para la Fundación IDIS (Instituto para el Desarrollo e Integración de la Sanidad).
El resto debe afrontarse en clínicas privadas, donde una limpieza oscila entre los cincuenta y los ochenta euros y una endodoncia puede superar incluso los trescientos euros. Para muchas familias, estas cifras son inasumibles.
El precio a pagar por el miedo y por la falta de información
Pero el dinero no es el único obstáculo para ir a una consulta dental. También hay razones psicológicas y culturales que dificultan las visitas. Patricia Ferrier, higienista y propietaria de una clínica en Renedo de Piélagos, asegura que el estado general de higiene bucal de quienes acuden por primera vez a su clínica es bastante preocupante: “Hay un veinte por ciento que acude a revisión y tiene la boca más o menos bien, el resto acude con un desastre”. Ferrier se sorprende por la falta de hábitos que observa a día de hoy: “Tengo pacientes que incluso les pones una prótesis y no se la quitan en un año, porque no les da la gana limpiársela”.
En su experiencia, las recomendaciones básicas rara vez se cumplen por parte de sus clientes: “Pido mínimo una limpieza al año, cepillarse tres veces al día, usar cepillo eléctrico, seda dental, cepillos interdentales… Pero si se cepillan por la mañana y por la noche ya me doy con un canto en los dientes”.
La situación, según Ferrier, mejora en las nuevas generaciones: “Ahora consigo que las madres traigan a sus hijos desde los cinco años. Los tengo bastante controlados”. Sin embargo, la diferencia con la población más mayor es notable: “Es muy difícil cambiar sus hábitos”.
José María Cabrero, un vecino de Polanco de mediana edad, lo confirma: “Muy al final, la verdad. Entre el trabajo y los gastos, siempre lo voy dejando para después”. Además, reconoce que una de las causas de su reticencia es la propia desinformación: “A veces te dan presupuestos sin mucho detalle, o usan palabras técnicas que no entiendes. Si no preguntas, te lo comes con patatas”.
El miedo también desempeña un papel esencial, sobre todo entre los más jóvenes. Alexia Ortiz, de 20 años, afirma: “Me pongo muy nerviosa. Me da miedo el ruido, los pinchazos… siempre lo paso mal”. Aunque su madre insiste en que tiene que ir, afirma que muchas amigas sienten lo mismo que ella: “Casi todas decimos “uff, el dentista no”. Es algo que arrastras desde pequeño”.
Frente a estas barreras, la educación se perfila como una herramienta clave. Néstor Malleville lo considera prioritario: “La iniciación a partir de los tres años, cuando ya tienen la dentición temporaria, es el momento para empezar a educarlos y hacerles ver que no es más que una simple consulta”. También destaca el papel de los colegios: “La enseñanza en los colegios también se hace para hacer una estadística del índice CTO (cariados, perdidos y obturados), y ha disminuido”.
Sanidad pública y el acceso desigual
La encuesta realizada para este reportaje, con participantes de distintos municipios de la comunidad autónoma de Cantabria, refleja bien esta disigualdad estructural. El aproximadamente 74% de los encuestados reconocen no haber podido asistir a alguna visita al dentista por motivos económicos. Además, el 39% afirma que sólo acude cuando siente dolor o una molestia grave. Únicamente el mismo porcentaje que anteriormente, el 39%, se realizan revisiones con una periodicidad anual.
La sanidad pública, en teoría garante del derecho a la salud, deja fuera casi todo lo relacionado con los aparatos bucales. Según el Ministerio de Sanidad, los servicios gratuitos se limitan a extracciones, limpiezas básicas y tratamientos de urgencias en casos y situaciones muy concretas. El resto, como empastes, endodoncias, ortodoncias, prótesis o implantes, quedan fuera del sistema.
Rosa María, una jubilada, lo resume con claridad: “Solo te atienden si es una urgencia. No hay empastes, limpiezas ni arreglos básicos. Y eso hace que muchas personas como yo lo vayamos dejando”. Su petición a la administración pública es sencilla: “Limpiezas gratuitas para mayores o revisiones anuales sin costes”.
La higienista Edurne Valenciano refuerza esta idea desde su experiencia en una clínica dental en Sarón: “Sí, se tiende a descuidar bastante, sobre todo en adolescentes. Y si hubiera una buena inversión pública, sí creo que ayudaría a prevenir”. Considera que “una limpieza profesional una vez al año” es el mínimo imprescindible, y que el cepillado diario es “lo más importante para la prevención”.
También desmitifica algunos productos comerciales: “No creo personalmente en los blanqueadores o pastas milagro, en lo que sí creo es en el cepillado”.
Aun así, la desconfianza y el desconocimiento persisten. En la encuesta anteriormente mencionada, casi un 5% de los encuestados afirma haber evitado pisar una clínica dental por la falta de información. Un dato preocupante que revela no solo una falta de comunicación entre profesionales y pacientes, sino también una absoluta carencia estructural en la alfabetización sanitaria.
Como señala José María, “nadie te enseña a cuidarte la boca si tú no preguntas”. Y como advierte Patricia Ferrier, “hay pacientes que creen que las limpiezas dañan el esmalte o que usar enjuague sustituye el cepillado”. La suma de mitos, miedo y falta de recursos hace que una parte importante de la población española sólo acuda al dentista cuando, desgraciadamente, ya es demasiado tarde”.
Del miedo al olvido
Para muchos ciudadanos, como se ha mencionado anteriormente, acudir al dentista no solo es una cuestión económica, sino también emocional. Entre otros muchos jóvenes, es el caso de Alexia Ortiz, una adolescente que representa una realidad compartida: “Me pongo muy nerviosa. Me da miedo (…) siempre lo paso mal”. Su testimonio conecta con un sentimiento extendido que, sin embargo, pocas veces se aborda desde la sanidad pública con la importancia que merece el tema.
Y es que el miedo al dentista, odontofobia, en su término clínico, no aparece en las estadísticas oficiales, pero sí en la vida cotidiana de muchos ciudadanos. Según la Sociedad Española de Odontología, cerca del 15% de la población padece ansiedad significativa antes de acudir a una consulta dental. El problema, como confirma la higienista Ferrier, es que “hay gente que incluso se pone una prótesis y no se la quita en un año”.
La falta de información y los mitos asociados a los tratamientos dentales también hacen mella. “Que las limpiezas dañan el esmalte, que el enjuague sustituye el cepillado…”, enumera Ferrier. Incluso prácticas como el uso casero de bicarbonato pueden acabar dañando gravemente el esmalte dental. “El bicarbonato que usamos en clínica tiene un tamaño controlado, el de casa hace barbaridades en los dientes”.
Esta desinformación no solo se traduce en malos hábitos, sino también en consecuencias graves. Tal y como explica Edurne Valenciano, “una limpieza profesional al año es lo mínimo. Y la higiene diaria es lo más importante para la prevención, especialmente de enfermedades como la periodontitis”. Sin embargo, como se puede observar desde la encuesta realizada, más del 60% reconoce no haber acudido a una revisión dental en el último año.
A esto se suma el escaso peso de la salud bucodental en el sistema público. Solo los menores de 6 años y casos muy específicos como extracciones o infecciones graves están dentro de la cobertura básica. Carlos Gallut lo deja claro: “La cobertura en salud dental en la sanidad pública está muy limitada”. Y Néstor Malleville, desde su experiencia internacional, añade: “En España, la gente para los tratamientos básicos acude a la Seguridad Social, pero la calidad depende mucho del nivel económico del paciente”. La conclusión es más que evidente: si el acceso es tan limitado, la desigualdad crece. Muchas veces, de forma silenciosa.

Rosa María, de 67 años, lo expresa con claridad: “Todo está carísimo. Antes me hacía una limpieza una vez al año, ahora cuesta más de sesenta euros, eso ya no es prioridad”. Su testimonio no es aislado. De hecho, más del 60% de los encuestados afirma que el coste de los tratamientos dentales les ha hecho retrasar o incluso llegar a evitar una visita a las clínicas. Rosa añade: “La última vez fui hace un año y medio, y porque tuve un dolor muy fuerte. Para revisiones normales, ya con la edad que tengo, no voy”.
La situación se agrava si tenemos en cuenta que buena parte de los tratamientos más importantes, como pueden ser las prótesis, ortodoncias o endodoncias, quedan fuera del alcance de muchos bolsillos. “Los tratamientos que más se aplazan son por motivos económicos, en concreto los protésicos”, explica Gallut. Es decir, los que afectan directamente a la masticación, a la estética y sobre todo, a la calidad de vida del paciente.
El propio Gallut identifica el principal obstáculo para que un paciente complete su tratamiento: “El económico”. Y lo corrobora Néstor Malleville, quien advierte: “A mayor nivel socioeconómico, la salud bucodental es mejor. Y lo es en cuanto a calidad de los trabajos que se pueden realizar”.
Sin embargo, este vínculo entre salud dental y situación económica rara vez aparece reflejado en las estadísticas oficiales. Según datos del INE (2023), sólo el 12% de los hogares con ingresos bajos acude al dentista de forma regular. Por el contrario, en los hogares con ingresos altos, ese porcentaje se eleva al 42%.
Para muchos profesionales, la solución pasaría por una mayor implicación de las administraciones. “Limpiezas gratuitas para mayores, revisiones sin coste… No deberíamos tener que elegir entre la salud dental y la comida”, reclama Rosa María. Y por su parte, José María Cabrero, también lo pide: “Precios más claros, información realista y algún tipo de cobertura básica pública. Y si no es eso, al menos que te lo expliquen bien…”.
Educación y conciencia
Otra de las claves para revertir esta situación es la educación bucodental. Así lo subrayan tanto los expertos como los propios usuarios. “Si hubiera una buena inversión pública, sí creo que ayudaría a prevenir”, asegura Edurne Valenciano. Y Patricia Ferrier lo ejemplifica con claridad: “Ahora tengo a los niños bastante controlados”.
La prevención desde la infancia es fundamental. Néstor Malleville insiste: “La iniciación a partir de los tres años, cuando ya tienen la dentición temporaria, es el momento para empezar a educarlos y hacerles ver que no es más que una simple consulta”. A largo plazo, esta educación permite no solo una boca mucho más sana, sino también menos miedo, menos mitos y si se lleva un buen cuidado, menos costes en un futuro.
Además, los hábitos familiares juegan un papel fundamental. “Si los padres se cepillan los dientes, los niños lo hacen también”, señala Patricia. En su opinión, la nueva generación está más concienciada. “La gente más mayor es muy difícil de cambiar, pero se nota, la cosa va avanzando”.
A pesar de ello, la falta de campañas públicas o de recursos informativos accesibles sigue siendo una asignatura pendiente. Jose María lo resume así: “Soy autodidacta. Leo algo en Internet, algún vídeo en YouTube, y ya. Pero no hay campañas claras. Nadie te enseña a cuidarte la boca si tú no preguntas”.
Y este aspecto, según muchos expertos, debería ser una prioridad únicamente política.
Sumario: La salud bucodental sigue siendo una gran olvidada en la sanidad pública española, con un acceso desigual y una falta de conciencia que acentúa la brecha entre quienes pueden pagar y quienes no.
Un espejo de la desigualdad
Lo cierto es que, como en muchas otras cuestiones sanitarias, el acceso a una buena salud bucodental refleja una realidad mucho más profunda: la desigualdad estructural. “En España tenemos buena atención dental, pero la calidad depende de la situación económica”, resume Malleville. Y esa calidad no se mide solo en estética, sino en salud, autoestima, nutrición y en resumen, bienestar en general.
Una mala salud oral puede derivar problemas digestivos, respiratorios o cardiovasculares. Puede afectar al rendimiento escolar de un niño o por el contrario, a la vida social de un adulto. Y sin embargo, sigue considerándose secundaria.
En la encuesta ciudadana realizada para este reportaje, más del 80% de las personas encuestadas considera que la salud dental debería incluirse con mayor amplitud en la sanidad pública. Además, el 74% asegura que, si existiera revisión anual gratuita, acudirían.
Estas cifras anteriormente mencionadas deberían hacer reflexionar a los responsables públicos en el país. No basta con campañas ocasionales o coberturas mínimas. Se necesta una estrategia que combine información, prevención y una asistencia real. Porque, como apuntan los profesionales, la salud dental también necesita todo esto: educación, seguimiento, prevención y un compromiso.

Para concluir, la salud bucodental, aunque afecta de forma directa a la calidad de vida, sigue siendo una de las grandes olvidadas del sistema sanitario español. En Cantabria, como en muchas otras comunidades autónomas, acudir al dentista continúa siendo, para buena parte de la población, un gesto marcado por la incertidumbre, el miedo o directamente la imposibilidad económica.
A lo largo del reportaje han quedado claros tres grandes aspectos que influyen en los ciudadanos a la hora de ir o no ir al dentista: el coste elevado de los tratamientos, la escasa cobertura de la sanidad pública y una preocupante falta de concienciación ciudadana sobre la salud bucodental. Cuando un profesional afirma que “el principal obstáculo es económico” o una jubilada asegura que “no puede permitirse una limpieza anual”, no se trata sólo de anécdotas individuales, se trata de un síntoma estructural. Y como tal, debe abordarse.
La situació es que no es un problema sin solución real. Los expertos consultados coinciden en varias claves: la educación bucodental desde edades tempranas, la prevención como política pública, y una mayor inversión en campañas o cobertura dental básica. No se solamente de reducir caries o evitar endodoncias o implantes, sino de garantizar igualdad de oportunidades en salud, y detrás de ello en autoestima y bienestar.
También es evidente que hay un cambio generacional en marcha. La población más jóven muestra mayor concienciación y mejores hábitos, pero sigue arrasando miedos, mitos y limitaciones económicas. Y mientras no exista una red pública amplia y sólida, que ofrezca revisiones anuales, limpiezas o tratamientos básicos gratuitos, muchas bocas seguirán mal y en silencio.
La salud dental no debería depender del nivel de ingresos ni de la comunidad autónoma en la que vivas. Debería ser, simplemente, un derecho. Porque no hablamos de estética, sino de pura salud. Sobre todo, de poder comer sin dolor, de sonreír con seguridad y de vivir sin miedo a una factura imposible de pagar.
Informar, prevenir y educar son los tres pilares esenciales.