La crisis de los 20
A veces parece que a los veinte ya debería de tenerlo todo claro: una gran vocación, una rutina, un camino definido y, si es posible, un piso en el centro con plantas y buena luz natural. Y sin embargo, muchas veces yo lo único que tengo son dudas, miedos y una presión silenciosa y constante que me recuerda que “ya voy tarde”, aunque no sepa exactamente a dónde. La crisis de los 20 es mirar a mi alrededor y compararme con vidas ajenas que parecen más ordenadas, más exitosas y más plenas.
Pero quizás no voy tarde. Quizás sólo estoy viviendo, a mi ritmo, sin un cronómetro que marque cada paso que doy. Ojalá pudiera tener más presente que no tenerlo todo claro es parte del proceso, que cambiar de opinión es igual de válido y que aunque me aterre la idea, no hay edad para volver a empezar.