El niño Trump
En las últimas semanas, Trump ha vuelto a demostrar que, más que un líder mundial, parece un niño malcriado con demasiado poder. Sus idas y venidas con China —primero sube aranceles descomunales, luego los baja un poquito— no son estrategias políticas: son berrinches de alguien que no soporta perder. Su orgullo está por encima de cualquier responsabilidad presidencial.
¿El resultado? Bolsas tambaleándose, empresas perjudicadas y consumidores pagando el pato. Todo porque a Trump le cuesta aceptar que el mundo no gira a su antojo. En vez de construir alianzas, rompe puentes. En lugar de pensar a largo plazo, actúa por impulso.
Es hora de dejar de ver sus decisiones como errores diplomáticos: son actos infantiles. Y como todo niño que juega con fuego, acabará quemándose. El problema es que puede arrastrar a medio mundo con él.