Cuando mejorar la ciudad interrumpe la vida diaria
Las obras son una parte inevitable del desarrollo urbano. En Santander, cada cierto tiempo se producen reformas, que en consecuencia, derivan en calles levantadas, tráfico desviado, aceras bloqueadas. Y aunque muchas veces protestamos ante estos inconvenientes, lo cierto es que son necesarias. Mejorar la eficiencia de la ciudad, actualizar infraestructuras o hacerla más accesible y sostenible requiere pasar por ese proceso de transformación.
Sin embargo, hay una realidad que no podemos ignorar: cuando estas obras se alargan demasiado, dejan de ser un mal menor para convertirse en un problema que afecta la vida diaria de los ciudadanos. Los atascos aumentan, las rutas habituales del transporte público se modifican constantemente y caminar por ciertas zonas se vuelve un ejercicio de paciencia. La rutina se ve alterada y, con ella, el ánimo de quienes solo quieren llegar a tiempo a sus clases, trabajos o actividades.
Peor aún es cuando vemos zonas de la ciudad que claramente necesitan intervención y, sin embargo, siguen sin recibir atención. Un ejemplo claro es la playa de los Peligros, cuyo estado evidencia un abandono que contrasta con otras zonas que parecen ser reformadas una y otra vez. ¿Por qué esta dejadez para ciertas zonas?¿Cuáles son las prioridades?
Las obras deben seguir, sin duda. Pero también deben planificarse con responsabilidad, evitar retrasos innecesarios y distribuirse de forma equitativa para que toda Santander pueda beneficiarse, no solo algunos sectores.