Ecos de la mente
Cantabria vive una realidad compleja en la que la salud mental de sus jóvenes se ha convertido en uno de los temas prioritarios de debate. En un contexto marcado por la incertidumbre económica, la presión social y la transformación digital, las voces de especialistas y pacientes emergen para contar una historia de vulnerabilidad, resistencia y búsqueda de equilibrio.
La salud mental: ¿qué es y por qué es crucial?
La psicóloga Monserrat Pastor define la salud mental como “aquella situación en la que una persona se siente tranquila” y añade que “cuando hay perturbación emocional, ansiedad o malestar que dificulta la vida cotidiana, se hace necesaria la intervención psicológica o psiquiátrica”. Para ella, el punto fundamental es cuando “el malestar distorsiona la vida de una persona; cuando no se puede trabajar, estudiar o incluso descansar adecuadamente”. Este diagnóstico, tan directo como contundente, sienta las bases para comprender que la salud mental no es solo la ausencia de enfermedad, sino un estado de bienestar que permite afrontar los retos diarios.
La importancia de este equilibrio se torna crítica en una etapa vital en la que la estabilidad emocional define el futuro personal y profesional. Según Pastor, “todo lo demás se ve alterado” cuando el malestar emocional se instala, evidenciando que la salud mental es un pilar indispensable para el desarrollo integral del individuo.
Desafíos contemporáneos: soledad, presión social y falta de perspectiva
Entre los principales problemas que afectan a jóvenes y adolescentes, la especialista destaca la creciente sensación de soledad y el aislamiento, a pesar de la aparente conectividad que ofrecen las redes sociales. “La gente se siente muy sola y tiene dificultades para establecer relaciones”, explica de forma clara. Según su perspectiva, los vínculos superficiales que se crean en el entorno digital no compensan la falta de un soporte emocional real, especialmente cuando la presión social y la precariedad económica se imponen como factores agravantes.
Asimismo, Monserrat Pastor apunta que la “falta de soporte familiar” y la crisis en ámbitos tan fundamentales como la vivienda o el salario digno, obligan a los jóvenes a enfrentar un futuro incierto. La sensación de “falta de perspectiva” se hace patente cuando, a diferencia de épocas pasadas, hoy el camino entre estudiar, trabajar o aprender un oficio se torna caótico. En palabras de la psicóloga, “la inseguridad y la falta de esperanza hacen que muchos se sientan perdidos”, situación que, combinada con la ansiedad y la depresión, deriva en un círculo vicioso difícil de romper.
Signos y síntomas: las señales de alerta en la cotidianidad
Para detectar problemas de salud mental en adolescentes, Pastor insiste en la importancia de observar cambios drásticos en el comportamiento diario. “Una persona que, de repente, deja de estudiar, se encierra en casa o altera sus hábitos de sueño, es una señal clara de que algo no anda bien”, comenta. La especialista señala que comportamientos como variaciones en el afecto –manifestadas en episodios de llanto o tristeza excesiva–, o conductas autolesivas, como “cortes en brazos o piernas”, pueden ser indicativos de un profundo malestar emocional.
Además, destaca que la autoexigencia desmedida, los atracones seguidos de vómitos en trastornos alimenticios y el abuso de sustancias (alcohol, drogas) son reflejos de un estado emocional deteriorado. En este contexto, la transformación de los hábitos cotidianos se presenta como un termómetro que mide el deterioro de la salud mental y que, en muchos casos, exige una intervención inmediata.
Abuso de sustancias y el impacto de la tecnología
El consumo excesivo de alcohol y drogas es otro factor preocupante que, según Pastor, se relaciona directamente con el intento de “calmar” un malestar emocional. “Cuando la persona se siente abrumada, a veces recurre a las drogas como una solución provisional para encontrar seguridad o excitación”, explica. Sin embargo, este alivio temporal conlleva consecuencias negativas, ya que el consumo diario puede entorpecer el aprendizaje, el trabajo y la integración social.
De igual forma, el uso excesivo de las redes sociales y la dependencia a la tecnología han dejado una huella imborrable en la salud mental de los jóvenes. La pandemia exacerbó esta situación, haciendo que muchos adolescentes se volvieran “prisioneros de su habitación, con el teléfono como única conexión con el exterior”. Este “enganche virtual”, aunque en ocasiones ofrece una falsa sensación de compañía, termina por aislar al individuo y alterar su ritmo de sueño y su capacidad para interactuar en el mundo real.
Testimonios de la experiencia: voces que cuentan la depresión
El relato de Sara Alonso, una joven de 22 años, ejemplifica la cruda realidad de quienes conviven con la depresión. “Desde los doce he lidiado de manera intermitente con este malestar”, confiesa. Sara describe su día a día como “una lucha constante en la que me cuesta salir de la cama” y explica que, en sus momentos de mejoría, experimenta destellos de alegría, pero que estos se ven opacados por períodos de apatía y falta de motivación. La joven admite sentir que “no soy suficiente” en sus relaciones interpersonales, lo que refuerza su inseguridad y la sensación de abandono.
Otro testimonio proviene de Alaitz Patrón, de 21 años, quien comparte su experiencia desde la adolescencia. Diagnosticada a los 16 años, Alaitz remarca que el insomnio y la falta de energía son síntomas predominantes en su vida diaria, afectando tanto su rendimiento académico como sus relaciones sociales. “Me cuesta mantener contacto con mis amistades, y a veces, la familia no llega a comprender completamente lo que estoy viviendo”, relata. Su estrategia para manejar la depresión incluye llevar un diario de emociones, dibujar y dar paseos, acciones que le permiten canalizar sus sentimientos de manera creativa.
Por su parte, Vanessa Verdasco Hernández, de 22 años, relata cómo la depresión se manifestó a partir de su ingreso en la universidad. Vanessa describe una constante falta de estímulos que antes le brindaban felicidad, lo que le ha llevado a perder amistades y sentirse incomprendida tanto por amigos como por familiares. “He probado diferentes estrategias, desde mindfulness hasta ejercicio, pero nada ha funcionado de manera definitiva”, comenta, reflejando la dificultad de encontrar soluciones únicas para una condición tan compleja. Su mensaje a quienes atraviesan una situación similar es sencillo pero poderoso: “Empiecen poco a poco y celebren cada pequeño logro, porque cada paso cuenta.”
La mirada profesional: prevención, intervención y apoyo familiar
El psiquiatra Pablo Diego, del Centro Hospitalario Padre Menni, ofrece una perspectiva integral sobre los desafíos actuales en la salud mental juvenil. Según Diego, “uno de los mayores desafíos es el incremento de trastornos como la ansiedad, la depresión y los trastornos de la conducta alimentaria”. Este profesional subraya que la presión académica, el impacto de las redes sociales y las dificultades familiares constituyen factores determinantes que, en conjunto, agravan la vulnerabilidad emocional de los jóvenes.
Pablo Diego resalta que el estigma y la falta de información hacen que muchos adolescentes “tardes en buscar ayuda”, lo que provoca que los casos lleguen a consulta en etapas muy avanzadas, dificultando la intervención. Además, menciona la carencia de recursos especializados en la región y las largas listas de espera como obstáculos adicionales para una atención oportuna y efectiva.
Sobre la influencia de las redes sociales, el psiquiatra comenta que, si bien pueden ser una herramienta para la comunicación y el acceso a información, “el uso excesivo genera comparaciones constantes, baja autoestima y altera el sueño”, factores que contribuyen de forma significativa a la aparición de problemas emocionales. En este sentido, enfatiza la necesidad de educar a los jóvenes en el manejo de la tecnología y promover un uso equilibrado que favorezca el bienestar digital.
Diego también aborda la importancia del entorno familiar en la recuperación. “El apoyo de la familia es crucial; la empatía, la escucha activa y el evitar minimizar el problema pueden marcar la diferencia en el proceso terapéutico”, asegura. Para el psiquiatra, la terapia familiar es una herramienta fundamental que ayuda a establecer límites saludables y mejorar la comunicación entre todos los miembros, facilitando así la recuperación integral del joven.
En cuanto a los tratamientos, el Centro Hospitalario Padre Menni ofrece una amplia gama de intervenciones, desde terapia individual y familiar hasta programas multidisciplinarios que incluyen terapia ocupacional y seguimiento farmacológico. El objetivo, según Pablo Diego, es dotar a los jóvenes de herramientas que les permitan gestionar sus emociones a largo plazo y recuperar la funcionalidad en su vida diaria.
Hacia una cultura de prevención y esperanza
La salud mental en los jóvenes de Cantabria es un tema que, aunque lleno de desafíos, también abre la puerta a nuevas oportunidades de intervención y apoyo. Las voces de la psicóloga Monserrat Pastor y del psiquiatra Pablo Diego, junto a los testimonios de Sara, Alaitz y Vanessa, evidencian que el camino hacia el bienestar emocional pasa por reconocer la complejidad de cada historia individual y por la creación de redes de apoyo tanto en el ámbito familiar como en el social.
Cada experiencia relatada destaca la urgencia de fomentar una cultura de prevención, donde la detección temprana y el acceso a tratamientos especializados sean una prioridad. La combinación de estrategias –desde el establecimiento de hábitos saludables, la adopción de una rutina equilibrada, hasta la búsqueda activa de ayuda profesional– es esencial para que los jóvenes puedan transformar el “engaño digital” en auténticas oportunidades de conexión y crecimiento personal.
En definitiva, mientras Cantabria avanza en la concienciación sobre la salud mental, la voz de cada joven se erige como un llamado a la acción para que las instituciones, las familias y la sociedad en general trabajen de manera coordinada. Porque, como enfatizan los testimonios, cada pequeño logro, cada conversación y cada acto de comprensión puede marcar la diferencia en la lucha contra la depresión y otros trastornos emocionales.