Camargo pierde 23 autónomos en el comercio minorista en solo cuatro años
El pequeño comercio en Camargo atraviesa una etapa de transformación marcada por una caída sostenida en el número de autónomos y trabajadores asalariados. Según los datos del Instituto Cántabro de Estadística (ICANE), en abril de 2021 había 276 autónomos en el comercio al por menor; cuatro años después, en abril de 2025, la cifra ha descendido a 253. Lo mismo ocurre con el empleo asalariado, los trabajadores registrados en cuentas de cotización han pasado de 1.750 en abril de 2021 a 1.567 en abril de este año. A pesar de este paulatino descenso de autónomos y trabajadores en el comercio minorista, los negocios familiares mantienen vivo el tejido comercial en Maliaño gracias al esfuerzo de quienes los sostienen con décadas de trabajo.
Ángel Secadas lo sabe bien. Regenta desde hace décadas la ‘Carnicería Secadas’ que fundaron sus padres en Maliaño. “El negocio lleva sesenta años abierto y yo no sé hacer otra cosa”, cuenta con orgullo. Sin embargo, también reconoce que cada vez acude menos gente a su tienda. “No es de un día para otro, pero la clientela ha bajado. La gente se ha acostumbrado a comprar en supermercados. Creo que es un camino sin retorno”. Para él, el contacto humano que ofrece el comercio tradicional está siendo reemplazado por la inmediatez y el bajo coste de las grandes superficies. “La gente compra más cómodo y barato sin importarles la cercanía con el dependiente”, lamenta.
“No es de un día para otro, pero la clientela ha bajado”, afirma Ángel Secadas, dueño de la Carnicería Secadas
Una preocupación que también comparte Alberto Arco, quien lleva 25 años al frente de su tienda de fotografía, también en Maliaño. Aunque su negocio ha resistido, lo atribuye a un factor particular: “En nuestro sector han desaparecido muchísimos fotógrafos. Cuando empecé había seis y ahora quedamos dos”. Su clientela no ha disminuido drásticamente, pero sí ha cambiado, aunque el 80 o 90 por ciento siguen siendo mujeres, su edad es cada vez mayor. “Los hábitos de consumo cambian, y el comercio tiene que adaptarse”. A su juicio, ese es uno de los mayores desafíos del pequeño comercio: la adaptación continua con pocos recursos. “Antes se vendía producto, ahora, el pequeño comercio sobrevive ofreciendo servicios”.
El caso de José María Gómez y su hermano Domingo refleja otro tipo de desgaste. Ambos dirigen la marmolería “José María Gómez” heredada de su padre, con más de 40 años de historia. Aunque el volumen de trabajo ha bajado desde que decidieron centrarse solo en el sector funerario, han optado por reducir horarios para ganar calidad de vida. “No volvería a ser autónomo. He renunciado a muchas cosas por el negocio”, reconoce José María. Ambos creen que tras jubilarse, la marmolería cerrará definitivamente: “Un negocio así ya no lo quiere nadie”.






Relevo generacional
La dificultad para lograr una continuidad generacional en los negocios familiares es un patrón repetido. Arco, que aprendió el oficio de su padre, admite con tristeza: “Me hubiese hecho mucha ilusión que alguno de mis hijos siguiera con el negocio, pero les diría que no lo hagan. Está en decadencia”.
Más allá de las experiencias personales, las cifras confirman la tendencia. Entre abril de 2021 y abril de 2025, Camargo ha perdido 23 autónomos en el sector minorista. También se han cerrado cinco cuentas de cotización y hay 183 trabajadores asalariados menos. Esta caída se suma a la creciente dificultad para mantener abierto un negocio durante años. “En Maliaño abren y cierran muchas tiendas constantemente. Es muy difícil lograr que un negocio sea estable hoy en día”, señala José María.
Entre las posibles medidas para frenar el declive, Ángel Secadas destaca la necesidad de facilitar el acceso físico a los locales. “Necesitamos aparcamiento cerca de los comercios para que la gente pueda asistir sin problemas”. Alberto Arco, por su parte, exige un mayor apoyo institucional: “El Estado debería quitarnos la soga del cuello. Lo que necesitamos es poder trabajar”.
Más que un trabajo
Los tres coinciden en que ser autónomo es más que un empleo. “Mi negocio lo significa todo. Me ha dado una casa, estudios para mis hijos, aunque durante los primeros veinte años solo cogí cinco semanas de vacaciones”, explica Arco. Una entrega que también se refleja en las palabras de Ángel: “Es una forma de vivir”. O en el deseo final de José María: “Mi propósito al jubilarme es poder aburrirme, algo que no he podido hacer en todos estos años”.
“Durante los primeros veinte años de mi negocio solo cogí cinco semanas de vacaciones”, afirma Alberto Arco
Mientras tanto, el pequeño comercio en Camargo continúa luchando. En un contexto de cambios tecnológicos, hábitos de consumo digitales y concentración de la oferta en grandes superficies, las tiendas de toda la vida se enfrentan a una situación crítica. A pesar de todo, siguen siendo el rostro cercano del barrio, la voz conocida detrás de un mostrador, y el testimonio de que detrás de cada comercio hay una historia de vida.