Entre sombras y necesidad
En las calles y en los rincones ocultos de la sociedad española se esconde una realidad que muchos prefieren ignorar: la prostitución. Detrás de cada cifra, detrás de cada fachada de glamour y turismo sexual, se encuentran historias de vulnerabilidad, engaño y una lucha diaria por la supervivencia. Este reportaje se adentra en las complejas vidas de mujeres que, en su mayoría, se ven forzadas a ejercer la prostitución por necesidad, y en cómo la trata de personas se entrelaza de forma insidiosa en este fenómeno.
La trabajadora social de la organización Nueva Vida, que prefiere mantener el anonimato, lo resume de forma contundente: “Casi todas lo hacen por necesidad.” Estas palabras, tan crudas como reveladoras, reflejan la falta de opciones reales para muchas mujeres que llegan a España desde países de América Latina y otras regiones. “La mayoría de las trabajadoras en prostitución que conocemos son extranjeras, procedentes de países como Colombia, Paraguay, Venezuela o la República Dominicana. Aunque también hay españolas, la realidad es que las mujeres latinoamericanas, en contextos de extrema vulnerabilidad y sin recursos económicos, se ven empujadas a esta situación”, explica otra de las profesionales de Nueva Vida.
“Al llegar a Madrid me esperaban en un coche con varios hombres, llegué a una casa enorme donde había muchas chicas. Me retiraron el teléfono y el pasaporte”, dice una de las mujeres afectadas.
Muchas de estas mujeres son engañadas desde sus países de origen. “Les dicen: ‘Ven a España, que vas a tener un buen empleo, trabajarás como modelo’, pero cuando llegan, se encuentran con una realidad muy distinta y no les queda otra opción que abocarse a la prostitución”, detalla la trabajadora social. La situación se agrava cuando se combinan factores como la carga familiar, antecedentes de violencia y la condición administrativa irregular. Sin la posibilidad de acceder a servicios básicos ni a una red de apoyo que les permita salir de esa espiral, la prostitución se convierte en la única vía de escape, aunque signifique enfrentar una doble estigmatización.
La vida en la prostitución no es solo física, sino también profundamente emocional. Las trabajadoras sociales señalan un patrón inquietante: el uso de la disociación como mecanismo de supervivencia. “Cuando tu cerebro se enfrenta a abusos que no puede procesar, se disocia. Es la forma en que intentamos separarnos de la realidad que nos destruye”, afirma una especialista de Nueva Vida.
Este proceso implica, en muchas ocasiones, un cambio de identidad. “Es muy común ver frascos de colonia y otros elementos que simbolizan el cambio. Las mujeres adoptan un nuevo nombre, dejando atrás su identidad personal. Por ejemplo, si yo soy Teresa en mi vida normal, al entrar en el mundo de la prostitución, paso a llamarme ‘Wendy’. Es una forma de distanciar mi yo real del abuso que sufro día a día”, relata con voz entrecortada otra de las trabajadoras. Esta separación entre cuerpo y mente les permite, al menos momentáneamente, sobrellevar el daño emocional y físico que implica el ejercicio continuo de una actividad que deteriora su salud integral.
El daño va más allá de lo emocional. La exposición constante a prácticas de abuso físico se traduce en riesgos de contagio de infecciones de transmisión sexual (ITS), embarazos no deseados y otras secuelas que afectan la integridad corporal. “Ningún cuerpo puede soportar, de forma continuada, ser penetrado y abusado sin sufrir consecuencias. Cada día se suma un golpe más a la salud física y emocional de estas mujeres”, enfatiza la profesional. Igualmente la mayoría de ellas son introducidas a diferentes tipos de drogas para sobrevivir el día a día por la falta de comida y el desgaste físico y emocional.
“Nos dan de comer solamente un bocadillo de jamón y una coca-Cola… me obligaban a consumir cocaína e ingerir anfetaminas para no engordar”, dice Lucía una de las perjudicadas.
Dentro del universo de la prostitución, la trata de personas se presenta como un fenómeno insidioso y estrechamente relacionado. Según las trabajadoras sociales, la trata se aprovecha de la existencia misma de la prostitución. “La trata se encuentra en contextos de prostitución; donde hay prostitución, hay más posibilidades de encontrar víctimas. Es un círculo vicioso en el que se cubre la demanda de servicios sexuales a través de la explotación y el engaño”, explica una experta.
La situación se agrava en zonas de alta concentración de turismo sexual, como las islas Baleares y especialmente Mallorca, donde la demanda de prostitución aumenta de forma estacional. En verano, el flujo de turistas y la búsqueda de aventuras efímeras hacen que se eleven los índices de trata. “En temporadas altas, es mucho más fácil identificar víctimas de trata, ya que la prostitución se vuelve un mercado desregulado en el que se aprovechan las debilidades y la desesperación de muchas mujeres”, añade la profesional.
Los datos aportados por organismos internacionales y centros de inteligencia, como el CITCO, ilustran la magnitud del problema. Cifras del 2022 indican que cientos de víctimas han sido identificadas, siendo la mayoría mujeres y algunas incluso niñas, sometidas a un sistema de explotación que las priva de su libertad y dignidad.
La voz de la experiencia
En medio de estas duras realidades, emerge el testimonio de Carolina, una trabajadora sexual que prefiere usar un seudónimo para proteger su identidad. “Normalmente son jovencitos últimamente los que andan viniendo. Con el tema del video porno, sale mucho lo de querer experimentar lo que ven, copiarlo, claro, con las chicas que se creen que también somos así, como artistas, porno o algo”, comenta Carolina con tono resignado.
Para ella, la prostitución es, ante todo, una cuestión de necesidad. “Llega un momento en que o lo haces o lo haces. No hay alternativa. Y hay unos clientes que te piden cosas raras, que te dan mucha guerra, y en esos momentos, te sientes dolida contigo misma”, confiesa. Su relato resuena como un eco de la desesperación y la resignación que comparten muchas de sus compañeras, atrapadas en un sistema que las obliga a renunciar a su dignidad para sobrevivir.
En contadas ocasiones se da el caso de que, en medio de un entorno marcado por la explotación y el engaño, emerge un gesto inesperado de humanidad. Tal fue la experiencia de Sofía, quien descubrió que su entrada en ese mundo no fue fruto de una decisión libre, sino el resultado de un engaño. Un cliente, al notar la vulnerabilidad que la envolvía, decidió actuar y brindarle su ayuda, evidenciando que, incluso en las sombras de la prostitución, pueden abrirse destellos de solidaridad y comprensión.
“Una mañana pedí permiso para salir a comprar una medicina a la farmacia y el me esperaba con un billete de autobús. Ni siquiera sabía a dónde me iba a llevar pero al menos sentía que podía escapar”.
La existencia de la prostitución no sería posible sin la demanda que la alimenta. El consumo de servicios sexuales se ha normalizado en ciertos sectores, especialmente en el ámbito del turismo sexual. “El consumidor es la clave de este engranaje. Sin la demanda, el mercado de la prostitución no existiría. Y actualmente, se observa un preocupante incremento de chicos jóvenes que acuden a estos servicios, influenciados por el contenido pornográfico y la idealización de la prostitución”, explica una trabajadora de la organización Nueva Vida.
Este fenómeno no solo genera consecuencias en el ámbito económico, sino que también perpetúa la deshumanización de las mujeres que se ven obligadas a vender su cuerpo. La presión y la normalización del consumo hacen que, en muchos casos, las mujeres sean vistas como simples objetos, despojadas de sus derechos y de su integridad personal.
El debate sobre la prostitución en España se enmarca en una lucha por la dignidad y la protección de los derechos humanos. Las autoridades y diversas organizaciones sociales se encuentran ante el reto de elaborar políticas públicas que no solo sancionen las prácticas abusivas, sino que ofrezcan alternativas reales para aquellas mujeres atrapadas en este sistema.
La organización Nueva Vida y otras entidades trabajan en programas de apoyo y reinserción, enfocados en brindar formación, asistencia psicológica y apoyo legal a quienes desean abandonar la prostitución. “Nuestro objetivo es ofrecer a estas mujeres la posibilidad de reconstruir sus vidas y romper el ciclo de vulnerabilidad que las ha llevado a esta situación”, señala una de las trabajadoras sociales.
Sin embargo, la complejidad del problema radica en abordar no solo la cara visible de la prostitución, sino también los mecanismos que la sostienen, como la trata de personas y la alta demanda del mercado sexual. Las soluciones requieren un enfoque integral que combine la prevención, la educación y la intervención en crisis, sin olvidar la necesidad de despenalizar y proteger a quienes, en muchos casos, han sido víctimas de engaño y abuso.