«Si quieren que haya comercio, tienen que comprar»

Pasear por las calles de Santander en los últimos años, es ser testigo de un cambio evidente: persianas bajadas, carteles de “se alquila” en locales vacíos y múltiples negocios con grandes historias detrás que han tenido que despedirse de sus clientes. Las tiendas de barrio cierran y los bares tradicionales han notado de forma considerable la bajada de clientela. El comercio local, que ha sido testigo de la vida de la ciudad, se enfrenta a una etapa difícil que parece no dar tregua. La competencia con las grandes superficies, la digitalización y la transformación de hábitos de consumo ha generado la pérdida de negocios tradicionales en la ciudad.
A pesar de los grandes esfuerzos por fomentar el comercio local por parte del gobierno, el número de pequeños negocios ha disminuido de manera considerable en la ciudad en la última década, ante los ojos de la población. Sin embargo, las cifras oficiales muestran que no hay una decadencia total. Según un estudio realizado por el Ayuntamiento de Santander recientemente, desde 2022, las personas que apuestan por el consumo de comercio local han aumentado un 5%, situándose en un 64% de consumidores habituales. Además, la administración local ha lanzado diferentes campañas para impulsar el sector, entre ellas, la campaña “Cara a cara”,dando importancia a la relación entre comerciantes y clientes. En cambio, estas medidas parecen no ser suficientes para terminar con la decadencia del comercio tradicional.
Para conocer en profundidad la realidad de estos negocios, así como quienes están detrás de ellos, hemos hablado con diferentes tipos de comerciantes que lo han vivido en primera persona. Mario Fuoli, propietario de la heladería Capri en Santander; Valentín Gómez, dueño de la tienda de barrio “La tienduca”; y Aurora Fernández, propietaria del bar Picacho. A través de sus experiencias, hemos obtenido testimonios que reflejan una misma posición: la continuidad de los negocios tradicionales está en riesgo.
Capri: la lucha por mantener el valor tradicional en un mercado en constante cambio:
Mario Fuoli es el propietario de la heladería Capri, un emblema en la ciudad de Santander desde 1953. Este negocio ha conseguido mantenerse fiel a la elaboración artesanal de helados apostando por ingredientes naturales. En cambio, a pesar de que su clientela le sigue siendo fiel, reconoce que ha notado cambios: “Hace treinta o cuarenta años se impuso en España el modelo americano de distribución y venta, lo que favoreció a las grandes superficies y el detrimento del comercio local. Ahora, además, el comercio digital está acelerando otro cambio en los hábitos de compra”, afirma.
Además, para Fuoli, una de las principales problemáticas es la falta de apoyo por parte de las políticas municipales. “Los ayuntamientos dicen que quieren apoyar el comercio tradicional, pero llevan décadas haciendo lo contrario”. En el caso de su heladería, la competencia con las franquicias ha aumentado en el mercado, sin embargo, asegura que el impacto no ha sido devastador: “El pastel se reparte más, pero seguimos teniendo clientes fieles. No hemos apostado por el servicio de delivery porque creemos que la gente sigue disfrutando del helado como una experiencia social”.
A pesar de los diferentes desafíos a los que se enfrenta, el propietario cree que el comercio local sigue teniendo oportunidades, especialmente con la bajada de precios en los alquileres comerciales, lo que permite a nuevos emprendedores abrir negocios físicos y dejar un poco de lado el formato online.

Las tiendas de barrio: menos clientes y más incertidumbre
Valentín Gómez lleva una década al frente de La Tienduca, una pequeña tienda de alimentación que sigue en pie gracias a la clientela fiel del barrio. Sin embargo, asegura que el negocio no ha cambiado obteniendo mejoras: “Cada vez viene menos gente. La mayoría de mis clientes son personas mayores,la gente joven se ha ido del barrio. Eso se nota”.
Además, asegura que para él, la competencia con las grandes superficies no es su mayor problemática, ya que, su tienda funciona como una “tienda de faltas”, un lugar dónde la gente no realiza su compra mensual si no lo que falta en casa. “Yo vendo productos básicos del día a día, pan es lo que más se vende”, explica. Aunque mantiene su clientela habitual, ha notado una gran reducción en el número de compradores.
En cuánto al futuro del comercio local en Santander, Valentín mantiene una posición clara, “es muy complicado”, lamenta. Reconoce que a pesar de los intentos de las administraciones públicas por ayudar, no se logran resultados efectivos: “yo creo que lo intentan, pero no dan con la clave, lo intentan pero la gente no lo sigue”. Sin embargo, mantiene la relevancia del papel social de las tiendas de barrio: “Aquí vienen, charlan, se encuentran, hablan los vecinos, es como un centro social. No es como un Carrefour que vas, pagas y te marchas”, asegura.

Bar Picacho: historia y cercanía de barrio
Aurora Fernández regenta el Bar Picacho, un bar tradicional que ha presenciado el cambio de hábitos en sus clientes y cómo las franquicias les han ido reemplazando. “Antes, la gente del barrio alternaba mucho más en los bares. Ahora, entre semana no hay apenas clientes. La costumbre de bajar al café y jugar una partida después de comer ha desaparecido”, asegura con nostalgia.
Las cadenas alimenticias son uno de los principales factores en este cambio. “Tienen campañas de publicidad enormes dirigidas a los jóvenes, que van porque está de moda. Los bares tradicionales nos hemos quedado al margen de eso.”
A pesar de la decadencia del sector, Aurora sigue apostando por el papel de los pequeños comercios en la vida de las calles. “Siempre va a haber necesidad de un bar de barrio, de una tienda pequeña donde el vendedor te conozca y te asesore. Pero no será como antes”. Para evitar el cierre de más negocios, cree que la clave está en el apoyo de medidas dignas para los autónomos: «Los impuestos son muy altos y no se tiene en cuenta si un mes ha sido malo”.
A la hora de arriesgar para volver a emprender en un negocio similar, su respuesta es clara: “Sí, porque ha representado una parte muy importante de mi vida. Cambiaría muchas cosas, pero lo volvería a hacer”.

El reto del comercio: adaptarse o desaparecer:
El comercio tradicional sigue resistiendo, en cambio, cada vez tiene más dificultades para continuar. La digitalización y los cambios en los hábitos de consumo de sus clientes, entre otras cosas, han transformado el sector, lo que ha obligado a estos negocios a tener que adaptarse sin perder su esencia. Más que un tema económico, el comercio local forma parte de la identidad de la ciudad. Pero la pregunta es: ¿estamos dispuestos a cambiar nuestros hábitos de consumo para conservarlo?.