El mar como hogar
Santander, con su bahía siempre imponente y generosa, ha sido desde hace siglos un puerto de paso para la vela. Sus aguas, suaves y caprichosas, han acompañado a generaciones de regatistas que han dejado su huella en la historia. Pero no se trata solo de un deporte; es una tradición profunda, una pasión compartida que se transmite de padres a hijos, de abuelos a nietos. En Santander, la vela no es solo una actividad, es una forma de vida.
En 1901, la fundación del Real Club de Regatas de Santander marcó el inicio de una etapa dorada para la vela en la ciudad, consolidando un espacio donde tanto jóvenes como veteranos podían disfrutar de la brisa marina y las aguas calmadas de la bahía. Desde entonces, Santander ha sido un referente en el mundo de la vela, acogiendo competiciones de prestigio internacional como la Copa del Rey, la Regata Internacional de Vela y la Semana Náutica.
Este enclave no solo destaca por la belleza de sus paisajes, sino también por sus condiciones excepcionales para la navegación. El Centro Especializado de Alto Rendimiento de Vela «Príncipe Felipe» se ha consolidado como el núcleo de formación para futuros campeones. Fernando Mirapeix, presidente de la Real Federación Cántabra de Vela (RFCV), lo tiene claro: “Nada más salir, puedes empezar a navegar. En otros lugares, tienes que alejarte del puerto. Además, aquí puedes disfrutar mucho viendo las playas. El barco no solo te permite regatear, sino también divertirte”.
A esta opinión se suma Jane Abascal, medallista olímpico y uno de los grandes pioneros de la vela en Cantabria: “Cuando preparas a un equipo olímpico necesitas de todo: lluvia, calor, corrientes, frío, olas… Santander es ideal porque te ofrece todas esas condiciones”.
El viento que acaricia las velas de los barcos de competición no solo ha formado campeones olímpicos, sino también ha creado una comunidad unida, como explica Mirapeix: “La vela es un deporte muy familiar. Hay barcos donde navegan el abuelo, el padre y el hijo. Es tradición, es vida”. Este espíritu de fraternidad se extiende más allá de la familia, abarcando a todos los regatistas que forman parte de la comunidad de la vela en Santander, sin importar el nivel al que compitan.
“La vela es un deporte muy familiar. Hay barcos donde navegan el abuelo, el padre y el hijo. Es tradición, es vida”, dice el presidente de la Federación Cántabra de Vela.
Pablo Llorens y Pol Marsans, regatistas del equipo preolímpico español, son un claro ejemplo de este compañerismo y sacrificio que exige este deporte. Ambos coinciden en que la vida de un regatista no es fácil. Estar viajando constantemente, entre entrenamientos y competiciones, aleja a menudo a los regatistas de sus hogares. Sin embargo, el sacrificio tiene su recompensa. Como cuenta Pablo: “Si nos dan cuatro días de descanso, mis compañeros se quedan a disfrutar del lugar donde estamos navegando, pero yo prefiero irme a casa, a estar con mi familia”. Pol, por su parte, enfatiza la importancia de la amistad entre regatistas, considerando a sus compañeros “como una familia”.
A pesar de los sacrificios, ambos coinciden en que “todo vale la pena por vivir la vida que siempre hemos soñado, haciendo lo que realmente amamos”. Una afirmación que también comparte Abascal: “Siempre echas de menos a tu familia, pero debes abstraerte y centrarte en la competición para conseguir el mejor resultado”.

El legado de Jane Abascal
La historia de la vela en Santander no es lo mismo sin mencionar a Jane Abascal, su medalla de oro en Moscú 1980 fue un momento histórico, pero su legado va mucho más allá de sus logros personales. Como entrenador del equipo olímpico, jefe técnico y director del centro de alto rendimiento, Abascal ha formado a generaciones de regatistas, aportando métodos innovadores y una visión única.
“En mis tiempos no había las facilidades de ahora”, recuerda. “No teníamos prácticamente a nadie, éramos nosotros y nuestro entrenador. Hoy, los regatistas están mucho más preparados y cuentan con grandes equipos detrás «.De igual forma destacó que el ser autodidacta tuvo sus ventajas, “aunque tardas más en aprender, interiorizas el conocimiento con más consistencia y mejores sensaciones. Esa experiencia me ha permitido ayudar a futuros medallistas, sabiendo cuáles son las prioridades necesarias para alcanzar el éxito.
Fernando Mirapeix lo tiene claro: “Jane ha sido una pieza clave en la evolución de la vela cántabra. Su legado sigue vivo tanto en el agua como en el campo de la enseñanza”.

Competición y placer: dos formas de navegar
La navegación ofrece dos caras muy distintas. “Te puede gustar mucho navegar, pero la competición es lo que te hace continuar”, afirma Mirapeix. Abascal profundiza en esta diferencia: “Cuando navegas por placer, siempre vuelves contento. Pero cuando regresas de una competición, tienes que analizar todo lo que has hecho y los errores que has cometido. Es más duro volver a tierra”. Porque la vela, además de ser un deporte de sensaciones, es una encrucijada constante. “Nunca tienes las mismas condiciones. Tienes que fijarte en todo, estar atento a los cambios y tomar decisiones rápidas”, añade el campeón olímpico.
Un futuro que navega con fuerza
La tradición de la vela en Santander tiene sus raíces en los primeros regatistas que, a principios del siglo XX, comenzaron a navegar en sus aguas. Pero la historia de la vela cántabra no es solo una crónica de victorias, es también un testimonio de esfuerzo, dedicación y amor por el mar. Como cuenta Mirapeix, “el mayor logro de la vela cántabra no es solo el número de medallas, sino el haber hecho de este deporte algo accesible y cercano, que la gente lo conozca y lo puedan practicar y disfrutar”.
Hoy, la vela sigue siendo una parte fundamental de la vida en Santander. Desde los clubes locales hasta los regatistas preolímpicos, la pasión por el mar y las velas sigue navegando por las aguas del Cantábrico, uniendo generaciones y creando una comunidad que, como el viento, nunca deja de moverse. “En Santander siempre ha habido grandes campeones y con la base que hay, es lógico que siga habiendo gente buena en este deporte”, concluye Jane Abascal.
