Cantabria desconectada

La belleza de los paisajes, el aire limpio y el silencio esconden realidades duras. La imagen idealizada del mundo rural se desmonta cuando se mira de cerca. En muchos pueblos de la Cantabria rural, vivir entre montañas no siempre es sinónimo de tranquilidad. La falta de transporte público, servicios médicos que no siempre están disponibles y la escasa cobertura móvil o acceso a internet son obstáculos cotidianos que afectan al bienestar de quienes han decidido seguir viviendo en comarcas alejadas. Según datos recientes, en Cantabria los municipios en riesgo de despoblación han aumentado a 41 en 2025; de los cuales 13 se encuentran en una situación especialmente grave por su baja densidad de población, elevado envejecimiento y escaso número de habitantes.
El envejecimiento de la población, la falta de oportunidades laborales para los jóvenes y la carencia de servicios básicos muestran una realidad en la que resistir supone casi una obligación. A pesar de que algunos municipios intentan mantener la vida de los pueblos gracias al turismo o a los vecinos, el aislamiento en el entorno rural no deja de crecer.
Pese a los compromisos institucionales y los titulares sobre la España vaciada, la desconexión sigue marcando el día a día de muchos cántabros que, a pesar de las desventajas, siguen apostando por su tierra. Para entender mejor esta situación, La Voz del Norte ha recogido las voces de personas que viven esta situación en diferentes zonas rurales de la región.
Vivir lejos, vivir olvidados
Ana Medina, vecina de San Martín de Elines, vive entre la tranquilidad del Valle de Valderredible y los inconvenientes de la falta de servicios básicos. “Aquí estamos muy tranquilos, pero esa tranquilidad a veces no compensa sin transporte, sin médicos cerca… A veces parece que estamos olvidados”, asegura. La dependencia del coche es absoluta. “Para ir a Reinosa o a Santander necesitas coche sí o sí. Si no tienes coche o alguien que te lleve, estás perdido”, explica. Asegura que las personas mayores son las más afectadas en esta situación: “La mayoría ya no conduce y dependen de hijos o vecinos para todo. Esa dependencia les genera mucha inseguridad”.
A pesar de la falta de medios, Medina mantiene la esperanza de seguir viviendo en su pueblo natal. “A veces lo he pensado, sí. Pero aquí están mis raíces y mi gente. Me gusta la forma de vida rural. Solo pedimos lo básico, como cualquier persona en una ciudad”. Además, reclama la necesidad de soluciones por parte de las administraciones: “Se habla mucho de la España vaciada, pero luego no llegan inversiones ni soluciones”. Y respecto a la falta de servicios, subraya la fuerza de la unión de los vecinos: “Nos ayudamos mucho entre vecinos. Pero no debería ser la única solución”.
En Potes, Sonia Alcantarilla comparte esa posición. “Aquí tenemos un centro de salud, pero no siempre hay especialistas. Para cosas más complicadas o incluso urgencias tenemos que desplazarnos a Torrelavega o a Santander”. La conexión a internet, aunque ha mejorado durante los últimos años, sigue fallando en varios puntos y el transporte no cubre las necesidades básicas: “Solo hay autobús y con horarios limitados”.
La escasez de jóvenes residentes en la zona tampoco ayuda. “La mayoría de la gente joven se va a estudiar fuera y ya no vuelve. Cada vez hay menos nacimientos y más casas cerradas en invierno”, afirma. En cuanto al turismo, Alcantarilla lo ve como un arma de doble filo: “Da trabajo en verano o fines de semana, pero también ha hecho que suba el precio de la vivienda. Muchos pisos se alquilan solo a turistas y no quedan casas para vivir todo el año”.
Las mejoras, asegura, son limitadas y poco frecuentes: “Se dan soluciones puntuales, se asfaltan calles o se arregla la carretera, pero los problemas de aislamiento siguen igual”. Para urgencias, el problema se vuelve alarmante: “Si es algo grave, llamas a una ambulancia y toca esperar. Y si es menos urgente, sabes que te toca coche y carretera. Y no todo el mundo puede conducir”.
Desde el Valle de Soba, Ana Bringas señala que la cobertura móvil es uno de los principales inconvenientes. “En muchas zonas habitadas del valle no hay línea, lo que impide, entre otras cosas, el teletrabajo”, afirma. Según el Ministerio de Asuntos Económicos en Cantabria (2024), todavía hay más de 12.000 viviendas sin cobertura de banda ancha. A pesar de que se puede instalar conexión wifi, la velocidad es limitada, lo que no permite realizar muchas actividades con normalidad. Las comunicaciones por carretera tampoco son las mejores: “El transporte público entre semana es escaso y los fines de semana, inexistente. Además, el valle está compuesto por 27 pueblos, lo que hace muy complicado cubrirlo con un solo transporte”.
Sobre el acceso a servicios médicos, Bringas se muestra tajante: “Hay dos consultorios y muchas veces faltan profesionales. Los facultativos se desplazan a las casas de los ancianos para atenderlos, lo que complica aún más su trabajo”. La solidaridad entre vecinos, de nuevo, es la base: “Si alguien tiene que ir al hospital, siempre hay alguien que se ofrece a llevarlo”.
Su experiencia personal demuestra las dificultades: “Durante un tiempo trabajé desde casa como periodista y era desesperante. No poder atender tus tareas por no tener buena cobertura afecta a tu desarrollo profesional”. El sentimiento que describe al comparar esta situación con la de las zonas urbanas es firma, “impotencia”.
Mientras tanto, las soluciones por parte de las instituciones no llegan. “Los autobuses no siempre tienen horarios compatibles con las necesidades reales. Lo ideal sería estudiar los mejores horarios para sacarles provecho”. Además, insiste en que hay gente que sigue interesada en vivir en el valle: “Pero para eso se necesitan conexiones tecnológicas que lo hagan viable”.
Esta pérdida de habitantes en más de la mitad del territorio cántabro muestra una brecha territorial profunda que aún no ha sido abordada con medidas efectivas. El aislamiento rural en Cantabria no es pasado, es una realidad presente que afecta a miles de residentes de pueblos de la región. Viven lejos pero no reclaman grandes comodidades, solo una vida digna y servicios básicos para seguir habitando los pueblos de la España vaciada sin estar desconectados de la realidad actual.
