El ocaso de los cines locales
La falta de rentabilidad de estos lugares auguran un escenario incierto de su futuro.

La crisis de las salas de cine locales en España es una realidad cada vez más palpable. A lo largo y ancho del país, las pequeñas y medianas localidades afrontan el cierre de los cines de toda la vida, lo que deja a los ciudadanos sin una opción cercana para disfrutar de los recientes estrenos cinematográficos.
En ciudades como Soria y Teruel que constituyen las capitales de provincia más despobladas de España así como en la Costa Brava, los habitantes se ven obligados a salir de la ciudad para asistir a una sala de cine, ya que las salas de las que disponían tuvieron que cerrar a raíz de una situación económica insostenible.
Un caso interesante es el del municipio de Torquemada (Palencia), que con un censo inferior a los mil habitantes ha conseguido que sus vecinos disfruten del cine en la localidad más de 70 años después de la última vez que hubo uno.
Esto ha sido posible gracias a la rehabilitación de un viejo silo que ha sido reconvertido en un espacio cultural en el que los vecinos pueden disfrutar tanto de proyecciones cinematográficas como de representaciones teatrales, sin necesidad de desplazarse a la ciudad. Su alcalde Jorge Martínez Antolín defiende este proyecto como una iniciativa para fomentar la cultura en los pueblos de España.
Con la concentración de grandes cines en las capitales y la proliferación de plataformas de streaming, la supervivencia de las salas de cine locales está en peligro. Sin embargo, algunos municipios están buscando soluciones, como la creación de cines municipales o la revitalización de cines históricos, para que los ciudadanos no se vean obligados a abandonar su localidad para disfrutar del cine. Es el caso de Torrelavega (Cantabria) en mayo de 2024, se anunciaba que la localidad volvería a contar con su propio cine y que se llevaría a cabo mediante una inversión de 3 millones de euros con la rehabilitación del desaparecido Cine Pereda, que contará con 4 salas y se prevé que esté lista para el 2027.
El hecho de ver una película en una sala supone una experiencia única e imprescindible para el espectador, para muchas personas acudir al cine va más allá del simple hecho de ver una película, es el ambiente cinéfilo que se respira en la misma y la emoción de ver una proyección en pantalla grande acompañada de un sonido espectacular y si a esto le añadimos el hecho de acudir a un cine ubicado en la urbe supone una enorme ventaja de comodidad. El ayudante de producción Jesús Choya se muestra como un firme defensor del acto de asistir al cine: “Es una experiencia de ocio fundamental y que en mi caso supone una experiencia de ocio y de prolongación del trabajo al mismo tiempo.”, afirma el realizador cántabro que valora como una ventaja la comodidad y cercanía de las salas locales al mismo tiempo que cree que hay algunas que están peor equipadas, en comparación con los multicines de la periferia. Además defiende que la estrategia de acercar a los jóvenes al cine debería ser un “debate urgente” en las principales instituciones audiovisuales en España y apuesta por un programa de ofertas a los menores al igual que se ha hecho con los mayores de 60.
Guillermo Martinez Bárcena, director del aula de cine de la Universidad de Cantabria considera que las salas “deben adaptarse al nuevo panorama de consumo de productos audiovisuales”, debido a la gran proliferación de pantallas en nuestro entorno diario, además defiende las subvenciones controladas tanto a los cines urbanos como al mundo de la cultura, rechazando eso sí que las ayudas supusieran una ruina si el negocio resulta insostenible.
Las plataformas digitales han sido un fenómeno que ha arrasado en los hogares, como una nueva forma de ver series, películas y documentales que ha reemplazado con mucho éxito al tradicional formato físico que empezó con el clásico video casero (VHS), pasando más adelante por el DVD, hasta llegar al blu ray, que junto al Ultra HD 4K sobreviven como los formatos físicos más demandados. Pero no solamente el formato físico ha sido víctima de las plataformas, y es que las propias salas se han visto afectadas por esta nueva manera de consumo audiovisual, ya que es cómoda, eficaz y el espectador tiene a su disposición una gran variedad de contenidos sin moverse del sofá. Además estas plataformas funcionan muchas veces en productoras privadas que estrenan películas que están unas semanas en salas y luego pasan a plataformas.
Algunos ejemplos son “El irlandés” y “La sociedad de la nieve” ambas de Netflix.
El cineasta Nacho Solana valora este duelo entre cine y plataformas: “El cine tiene un momento de crisis en general y específicamente en las salas, ya que el público se ha refugiado en el streaming por lo que acuden al cine a ver propuestas muy concretas mientras que otras películas optan por verlas en las plataformas. Manifiesta también que desde la pandemia se ha perdido mucho la afluencia del público en las salas y que uno de los principales desafíos que tienen los cines es “recuperar a ese público que se ha desacostumbrado a ir a las salas” y en el caso de los cines locales, “deben llamar la atención del público por encima de los centros comerciales” y apostando por un cine de autor menos promocionado.
En el caso de Santander, una ciudad que roza los 200.000 habitantes cuenta con dos salas de cine locales como es el caso de los recientemente instaurados Embajadores (antes Cines Groucho) y el de Los Ángeles que es el más veterano y ha sobrevivido a dos etapas.
Sin embargo, fueron muchas las salas que en su día habitaron la capital cántabra como el Cervantes, el Bonifaz, el Mónaco o el Capitol que cerró en el año 2002, debido a las pérdidas que habían generado debido al éxito de los multicines de los centros comerciales de las afueras.
Son muchos los santanderinos que sienten añoranza por la ausencia de estas salas y uno de ellos es el crítico cinematográfico Javier Collantes: “La nostalgia a veces es mal compañero, tengo buenísimos recuerdos de los viejos cines de la ciudad el Capitol, el Grand Cinema, el Coliseum, el Roxy o el cine Santander pero era otra historia y las películas se veían en cine o en TV.” El crítico asegura “echar de menos” estos cines pero que no se debe añorar por añorar porque “las circunstancias actuales son las que son y no se puede hacer más”.
De cualquier forma el cine es inmortal y estará siempre presente entre nosotros.