Tres miradas que sostienen el puerto

Santander es una ciudad del norte donde se respira paz. Con su tamaño mediano y un ritmo tranquilo, es fácil pensar que en ella no ocurre nada que la sitúe en el mapa nacional. Pero bajo esa apariencia serena, late una infraestructura estratégica: el Puerto de Santander.
Este complejo es uno de los motores económicos de Cantabria. Por sus muelles transitan cada año más de seis millones de toneladas de mercancías. Aquí, las grúas se mueven sin descanso, los barcos atracan a diario y el ruido de los camiones marca el pulso de una actividad que no se detiene.
Este reportaje da voz a tres de esas personas. No comparten uniforme, pero sí el mismo compromiso: que el puerto funcione como una maquinaria bien engrasada. Una vigila desde el corazón operativo. Otro escucha el ritmo de los barcos. La tercera mide el impacto medioambiental para que nada desequilibre este ecosistema industrial.
El motor humano tras la infraestructura
Mónica Calderón acumula más de dos décadas en el cuerpo de Policía Portuaria y desde hace cinco dirige el servicio con decisión y cercanía. Su equipo se encarga de tareas que van mucho más allá del control rutinario: desde la vigilancia del tráfico de buques y la supervisión del suelo portuario hasta la regulación del acceso al recinto. “La policía portuaria controla el interior y toda la operativa”, resume. Este trabajo se rige por un reglamento específico y por la Ley de Puertos, y requiere una coordinación constante con otras fuerzas, como Guardia Civil y Policía Nacional. Mientras estas últimas se encargan de la seguridad ciudadana, las aduanas o la frontera de personas, la Policía Portuaria actúa como una pieza administrativa esencial: “Somos los ojos del puerto, trasladamos cualquier irregularidad a quien corresponda”.
Calderón menciona con especial énfasis el fenómeno del intrusismo, que durante años fue un problema grave. “Durante más de diez años sufrimos la entrada de mafias albanesas que saltaban las vallas y se ocultaban en los camiones con destino a Inglaterra”, recuerda. La situación obligó a reforzar el perímetro con vallado de hasta cuatro metros y a instalar nuevas medidas de vigilancia. El puerto dispone hoy de más de 200 cámaras y drones que, además de monitorizar la seguridad, permiten hacer seguimiento de obras y controlar accesos. “Aquí tenemos clientes que depositan mercancía sensible y si perciben riesgo, se marchan a otro puerto”, advierte.
Además del control operativo, la Policía Portuaria vela por el cumplimiento de normas medioambientales, colabora en cuestiones de mantenimiento y verifica autorizaciones y concesiones temporales, como el uso de espacios logísticos. “Todo lo que pasa en el puerto acaba derivado al departamento correspondiente”, afirma con claridad. Su trabajo, aunque muchas veces invisible, es esencial para que el engranaje portuario funcione sin fisuras.

“Somos los ojos del puerto, trasladamos cualquier irregularidad a quien corresponda”
Calderón insiste en que, aunque colaboran estrechamente con la Guardia Civil y la Policía Nacional, “cada cuerpo tiene su ámbito de actuación definido por ley”. Mientras estos últimos se encargan de la seguridad ciudadana, las fronteras o las aduanas, la Policía Portuaria vela porque la operativa diaria fluya con normalidad y control.
Además de las funciones propias del control operativo, Calderón y su equipo participan en la supervisión de autorizaciones y concesiones temporales de uso del suelo, como ocurre con la instalación de casetas, depósitos de mercancía o maquinaria industrial. “Si alguien tiene permiso para utilizar un espacio durante tres meses, nosotros verificamos que al cumplirse ese plazo se retire”, detalla. Aunque su labor se desarrolla fuera del foco mediático, es esencial para el día a día del puerto. Como ella misma resume con sencillez y orgullo: “Aquí, todo lo que pasa, lo vemos y lo gestionamos”.
Juan Antonio García Avellán es el jefe de División de Operaciones Portuarias, y dentro de esta responsabilidad existe un amplio rango que comprende desde la llegada de los buques al puerto hasta la costosa coordinación para autorizar el atraque de un barco en el puerto. Su trabajo implica una constante vigilancia sobre el tránsito marítimo, la organización de los muelles y el flujo posterior de mercancías por carretera y ferrocarril. “Nosotros actuamos como el ayuntamiento de esta ciudad portuaria”, explica, en
referencia al entramado de instituciones y profesionales que coexisten en el recinto: estibadores, remolcadores, cuerpos de seguridad, transportistas, consignatarios o técnicos ambientales, entre muchos otros.
García Avellán pone especial énfasis en la logística previa a la llegada de un buque.
Nada ocurre por casualidad: la entrada de cada barco exige trámites coordinados por un consignatario, que “actúa como representante del buque y comunica su llegada a todas las instituciones competentes: desde Capitanía Marítima hasta Aduanas y la propia Autoridad Portuaria”. Este proceso es esencial para asignar el atraque correcto y evitar cuellos de botella en la operativa diaria. A través de estas gestiones circulan productos de todo tipo y origen. Reino Unido se sitúa entre los principales socios comerciales del Puerto de Santander, tanto en exportación como en importación, en un vínculo que va más allá de los ferris de Brittany Ferries: “Hay otras líneas regulares que mueven automóviles, cemento o cereal con destino a Reino Unido y al centro de Europa”.

En cuanto al tipo de mercancías que se mueven por sus instalaciones, García Avellán distingue tres grandes grupos: graneles sólidos (como cereales o carbón), graneles líquidos (como biotanol o líquidos inflamables), y mercancía general, que incluye contenedores, remolques o palés. Tradicionalmente, el puerto tenía un perfil granelero sólido, con más del 60% de su tráfico concentrado en esa categoría. Sin embargo, el auge de nuevas líneas europeas y la implantación de una terminal de contenedores en el espigón norte han invertido esta tendencia: “Ahora el peso de la mercancía general es mayor, y se ha producido un empate técnico con los graneles sólidos”. Esta evolución refleja la capacidad del puerto para adaptarse a las demandas del comercio internacional, incorporando nuevas rutas, tecnologías y operadores logísticos. Como resume el propio jefe de operaciones, “lo importante es que todo fluya con precisión para que las mercancías entren y salgan del puerto sin incidencias y en el menor tiempo
posible”.
“Ahora el peso de la mercancía general es mayor, y se ha producido un empate técnico con los graneles sólidos”
Susana Rubio es la responsable de Medio Ambiente del Puerto de Santander, un cargo que la sitúa en el centro de una red técnica, normativa y operativa cuyo objetivo es compatibilizar la actividad industrial con la sostenibilidad. Su labor abarca desde la aplicación de la legislación vigente hasta la implementación de certificaciones ambientales como la ISO 14001. “Mi cometido es identificar aquellos aspectos ambientales que se producen en el puerto, tanto por nuestra actividad como por la de barcos y concesionarios”, explica. A diario supervisa parámetros relacionados con la calidad del aire, del agua y del suelo, la gestión de residuos, la limpieza del recinto y la evaluación de puntos de vertido. Para ello, cuenta con auditorías internas, colaboración con otros departamentos y una coordinación directa con la Policía Portuaria: “Ellos están en el muelle, ven lo que ocurre y si detectan algo nos lo comunican”.
Rubio forma parte de grupos de trabajo nacionales e internacionales junto a otros puertos, y participa en iniciativas sobre huella de carbono, especies invasoras o eficiencia energética. Actualmente colabora con Puertos del Estado en el desarrollo de una herramienta común para calcular la huella de carbono, que servirá como base para futuras decisiones estratégicas. El objetivo, insiste, es integrar criterios sostenibles en todas las áreas: “Tenemos que definir objetivos de sostenibilidad y trabajar sobre ellos
desde todas las direcciones”.
El puerto, según Rubio, “no mide directamente las emisiones de los buques ni de los camiones”, pero sí regula cómo deben operar según el tipo de mercancía y las condiciones climáticas. Por ejemplo, si se detecta polvo en suspensión o viento fuerte, se paralizan las cargas de graneles pulverulentos.
“Mi cometido es identificar aquellos aspectos ambientales que se producen en el puerto, tanto por nuestra actividad como por la de barcos y concesionarios”

Gracias a la labor de quienes lo mantienen activo desde dentro, el Puerto de Santander no solo sostiene la economía regional, sino que también refuerza su presencia internacional. Reino Unido, entre sus principales destinos comerciales, es solo un ejemplo de esa conexión silenciosa con el exterior. En cada barco, en cada turno, hay personas que hacen posible que todo funcione. Aunque su trabajo pase desapercibido, cada movimiento cuenta.